El conflicto

Publicado el 04 de junio de 2012

Edwina Almada, Doctora en Derecho por la UNAM
ealmadaf@derecho.unam.mx

El uso de la frase “conflicto de intereses” es común en el lenguaje de los abogados; ahora bien, en las relaciones humanas se presentan continuamente las situaciones de conflicto; esto se debe a la gran diversidad de creencias, valores, intereses y necesidades que se ponen en juego al interactuar en los distintos ámbitos de desarrollo del individuo.

Veamos la definición que nos ofrece Lewis Coser: “El conflicto es una lucha sobre valores, estatus, poder, recursos, en la cual la intensión de los oponentes es neutralizar, herir o eliminar a sus rivales”, esta definición es un claro ejemplo de la forma en que percibimos al conflicto en nuestra sociedad.

Sin embargo también se le puede percibir como un valor positivo y manejarlo de forma constructiva, de tal suerte que, a partir de él se puedan obtener beneficios tales como: aprender a resolver problemas, construir mejores relaciones y aprender más sobre nosotros mismos y los demás. Para hacer referencia al conflicto solemos usar palabras tales como: cólera, hostilidad, violencia, odio; esto es un claro referente de que la gran mayoría de nosotros nos acercamos al conflicto con una actitud negativa.

Habitualmente pensamos que el conflicto es malo, que causa dolor y que trae como consecuencia ruptura en las relaciones. El trasfondo negativo que atribuimos al conflicto es el resultado de nuestra formación; los mensajes recibidos en los diferentes contextos de vida y la propia experiencia. Para manejar el conflicto de forma positiva se hace necesario visualizarlo como un área de crecimiento. Para esto es importante que los individuos revisemos las propias creencias y valores que están implicados en los conflictos que vivimos cotidianamente, ya que sólo entonces se podrá dar el giro y aprovechar las condiciones que se presentan a partir del conflicto para percibirlo y utilizarlo como un área de crecimiento personal.

La percepción del conflicto como algo ocasional y negativo en la vida del ser humano, lo ha llevado a actuar equivocadamente ante él, ya sea evadiéndolo, o lastimando y nulificando o hasta eliminando a los otros involucrados. Al vivir el conflicto desde una postura negativa el ser humano se niega la oportunidad de crecer a partir de él.

Comprender al conflicto como un proceso que se da de manera continua en nuestras relaciones; nos permite asumir una postura positiva que ofrece nuevas formas de manejar las diferencias. Aceptar al conflicto como forma de vida permite que el ser humano crezca desde éste. Además de las creencias, los valores y los principios involucrados en un conflicto, es necesario reconocer las emociones y sentimientos de los implicados, ya que al entrar en juego estas emociones y sentimientos determinan la forma de manejo que se le da y, por ende, la posibilidad de hacerlo crecer, con las consecuencias negativas, anteriormente planteadas o, de aprovecharlo para transformar positivamente las relaciones entre los individuos.

Cambiar la forma de visualizar al conflicto permite al ser humano:

    1. Reconocer sus emociones y sentimientos como parte de sí mismo

    2. Quitarle la carga negativa

    3. Aprovecharlo como una oportunidad de crecimiento

Es evidente que los conflictos se presentan en todos los contextos de vida del ser humano; ahora bien, la forma de abordarlos es la que puede marcar la diferencia para la vida de los involucrados; al percibirlos y manejarlos como un enfrentamiento, con dolor y enojo; los conflictos no se resuelven. Por otro lado, si se visualizan como una oportunidad de desarrollo, los propios actores que viven la experiencia de resolverlos, reconociendo sus diferencias, sus emociones y sentimientos, tendrán la oportunidad de crecer a partir ellos y transformar positivamente sus relaciones y su entorno. Este cambio de paradigma es el reto que la mediación pone al alcance de nuestra mano para dar un giro a la forma en que, nosotros los abogados, resolvemos los “conflictos de intereses”.