Reacción Estudiantil*

Publicado el 04 de junio de 2012

Ernesto Villanueva, Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM

En muchas ocasiones he señalado en este espacio que lo que la sociedad no haga por sí misma nadie lo va a hacer. Ahora, a pocas semanas de la elección presidencial 2012 un grupo creciente de estudiantes inicialmente de universidades privadas de la ciudad de México, y cuya membresía se ha ampliado a instituciones de educación superior públicas, ha iniciado un movimiento que se expresa con marchas en las calles de distintas ciudades del país y, por supuesto, en el propio Distrito Federal. Se trata de un fenómeno inédito en el siglo XXI que no estaba escrito en el libreto de las contiendas electorales de ahí su peculiaridad. Veamos hasta qué es posible esperar de una iniciativa de esta naturaleza.

Primero. Se ha repetido hasta el cansancio que en México la ausencia de conciencia crítica y la socialización de conocimiento, en general, constituye el mejor clima para que se reproduzca al infinito la indiferencia, la decepción y la falta de confianza en las instituciones y el débil Estado de derecho. He señalado en esta páginas del mismo modo, la asimetría entre lo que se invierte en el rubro de educación (uno de los primeros 15 países) y los resultados que se obtiene (el lugar 79) de acuerdo a un estudio de la OCDE del 2010 entre los países de la ONU. Este hecho ha propiciado que la educación, entendida como vehículo de conciencia, de claridad sobre el papel de la persona en la sociedad y sus posibilidades de incidencia en ella, cumpla en la práctica un cometido formal. De ahí, por tanto, tradicionalmente las universidades que formalmente son los centros de la inteligencia del país forman estudiantes acríticos, con habilidades de trabajo, pero con escasa formación social para evaluar el estado de las cosas de lo que pasa en el país para no ser víctimas del “pánico moral” y, por esa misma razón, para evitar ser estigmatizados como “conflictivos” o “revoltosos”. Lo anterior también sucede en los más distintos rubros de la actividad social de ahí que las grandes reformas necesarias para el país quedan cargadas de buenos deseos, pero sin el acompañamiento social que pueda conmover el andamiaje político-institucional que sólo reacciona cuando es más barato cambiar que permanecer igual.

Segundo. Los estudiantes muchos de ellos sucedáneos de la protesta en la Universidad Iberoamericana y particularmente de los 131 jóvenes que se identificaron como alumnos de la Ibero en you Tube, de ahí el mote de 132 como expresión identificatoria de esta reacción social ha ido en muy pocos días mejorando sus estrategias para no ser víctimas del citado “pánico moral”. En efecto, de la protesta contra el candidato del PRI Enrique Peña Nieto en las instalaciones de la Ibero Ciudad de México, que me parecieron inadecuadas por la forma, no por el fondo, ahora a diferencia de los movimientos tradicionales de la izquierda han adoptado un código de respeto, de eliminación de insultos y de reducir al máximo los costos de la libertad de tránsito de los demás, lo que le da un cariz nuevo que deja sin argumentos iniciales de descalificación a priori, porque razonablemente están llevando a cabo sus acciones con la Constitución en la mano. Esto por sí mismo es una muestra de civilidad sin mayores precedentes en este país tan convulso, con razones de sobra para el resentimiento social y para reaccionar con el diseño institucional del Estado que está hecho para eliminar en la medida posible la movilidad social, económica y cultural, dejando un país con grandes desigualdades de oportunidades.

Tercero. Este movimiento estudiantil tiene, entre otras, 6 grandes demandas: 1.- La democratización de los medios de comunicación; 2. Hacer del internet un derecho constitucional (Esa misma reflexión es el tema del libro “Internet y Derechos Fundamentales” de Clara Luz Álvarez, recientemente publicado por Miguel Ángel Porrúa); 3.-Instalación en los medios de publicación de códigos de ética y de defensores de la audiencia, 4.- Exigimos someter a concurso producciones para los canales públicos permisionarios a las distintas escuelas de comunicación, 5.-Abrir debate entre jóvenes y medios sobre las demandas en cuestión y 6.- Seguridad para los integrantes del movimiento estudiantil que hacen uso de su libertad de expresión y en especial de los periodistas que han sido alcanzados por la violencia en el uso de su trabajo. Salvo la parte de la “democratización” de los medios que por su propia naturaleza son empresas privadas que se rigen bajo reglas jerárquicas y lo que es una “noticia” no se somete a una votación social. Acaso lo que quiso decir es ampliar la competencia en la radio y la televisión para tener mayores fuentes de información para que la persona decida. Decía John Stuart Mill, que la verdad se alcanza escuchando todos los pareceres que tengan algo que decir sobre ella. Y aquí sería el caso. Los demás puntos se ajustan con creces a las mejores prácticas internacionales. Los medios del gobierno federal tienen todos un ombudsman (yo fui el fundador de la figura en Radio Educación) que representa un contrapeso interno y un espacio independiente para que la sociedad pueda expresar sus puntos de vista con la seguridad de que será tomada en cuenta.

Cuarto. Con este movimiento se ha creado una semilla para generar conciencia social. Por sus propias características se ha convertido en “noticia”, como un dato de interés público que escapa al día a día. Falta mucho por delante. Hoy minorías activas son centro de atención de la opinión pública, no se sabe mañana qué va a pasar. Si bien es verdad que este movimiento se declara apartidista, es mucho más político de lo que parece. Implícitamente sus demandas, plausibles constituyen una presión al candidato del PRI Enrique Peña Nieto, tratado con obsecuencia por los medios electrónicos, afectada también la candidata del PAN Josefina Vázquez Mota (que su falta de ideas propias puede magnificarse con mayores espacios en los medios), y, por el contrario, representaría una bocanada de aire puro al candidato de las izquierdas, Andrés Manuel López Obrador. Hasta aquí los escenarios ideales ¿Tendrán una influencia significativa en los resultados de las elecciones presidenciales del próximo 1 de julio? Es improbable, pero no es imposible. La estructura formada por los cuatro partidos políticos a base de clientelaje hará su aparición con el día de las elecciones. ¿Podrán los estudiantes – que ojo no son todos ni siquiera la mayoría de los universitarios inscritos en las instituciones de educación superior- hacer frente a las más variadas y sofisticadas formas de fraude electoral? ¿Podrán acreditar al menos observadores en los distritos más significativos del país? ¿Las marchas moverán los raitings de las televisoras privadas para reconducirse con civilidad democrática? Si esto que se advierte muy difícil es logrado, sin duda, México habrá dado varios pasos adelante en el contagio de prácticas democráticas.

NOTAS:
* Se reproduce con autorización del autor, publicado en Proceso, el 26 de mayo de 2012