Enrique Peña Nieto y el PRI. ¿Retorno del poder presidencial?

Publicado el 16 de abril de 2013

Alberto Espejel Espinoza
Doctorante en Ciencia Política por la FCPyS-UNAM
alberto.espejel.espinoza@gmail.com
Mariela Díaz Sandoval
Doctora en Ciencias Sociales por FLACSO, sede México
mariela.diaz@flacso.edu.mx

El regreso del PRI ha desatado toda clase de interpretaciones, desde aquellas que avizoran la vuelta al poder presidencial que se ejerció cuando teníamos un sistema de partidos hegemónico; hasta aquellas que observan una rearticulación de tomadores de decisión al interior del partido en el gobierno. A este último tipo de interpretación se adhiere el presente texto, el cual pretende dar algunas razones de por qué no es factible que estemos ante la vuelta del poder presidencial que eclipsa a todos los actores al interior del PRI. Lo cual, dicho sea de paso, no minimiza en absoluto el ascendente autoritario del titular del Ejecutivo, sin embargo la vida interna del PRI ha transitado por episodios que probablemente los gobernadores no volverán a permitir.

Al PRI se le conoció como el partido de Estado, de gobierno o, de plano, del Presidente. Dichas denominaciones aludían a que el titular del Ejecutivo federal eclipsaba la vida interna, tomaba las decisiones más importantes y dictaba el rumbo del partido en las esferas de gobierno. De ahí que el Presidente de la República tomara decisiones fundamentales: seleccionar a su sucesor (dedazo), seleccionar y remover dirigentes nacionales, seleccionar y remover gobernadores. Nada más cierto para el periodo de 1946 a la década de los noventa.

Ahora bien, la década de los noventa trajo consigo una serie de tensiones, procesos y cambios que afectaron el poder cuasi absoluto del Presidente de la República, emergiendo con ello otros actores con capacidad de tomar decisiones, tal como los gobernadores. Lo cual sería un proceso lento y, en algunos momentos, tortuoso. 

Tradicionalmente la relación del Presidente de la República con los gobernadores era de cierta autonomía, en la medida de que los últimos lograran asegurar la paz interna, tal como relata Rogelio Hernández en su texto El centro dividido. Dicha autonomía se vio coartada con la presidencia de Carlos Salinas de Gortari (removiendo un total de 17 gobernadores en 12 estados) y con la de Ernesto Zedillo, justo en la época de crecimiento de la oposición en los estados.

Lo anterior, junto a otros factores intencionales (dar poder político y económico a los gobernadores) e imprevistos (tal como la reducción de peso de los sectores y aumento de los gobernadores en la XIV Asamblea Nacional de 1990, o la “sana distancia” de Zedillo) provocaron que la militancia de los estados se volcara hacia los gobernadores, con lo cual las lealtades se fueron alejando cada vez más del Presidente de la República. Tan es así que dos gobernadores enfrentaron a Ernesto Zedillo, logrando arrebatarle triunfos políticos (mantenimiento de Roberto Madrazo en gobierno de Tabasco) y financieros (Ley Bartlett). El PRI había cambiado, pero sería hasta la derrota presidencial del año 2000 que estos actores emergerían claramente.

La derrota del PRI en el año 2000, los dejó en una condición de orfandad, de acuerdo a Roger Bartra1; en tal situación la militancia y los cuadros priístas voltearon hacia los gobernadores poseedores de poder político y financiero en sus estados (cuasi feudos) y al CEN en el caso de estados gobernados por la oposición.

Como sugiere Joy Langston, luego del año 2000, tanto gobernadores como CEN poseen prerrogativas atractivas, las cuales los volvieron el centro de poder. Por ejemplo, “los gobernadores son operadores muy eficaces de elecciones en sus respectivos estados, e importa el peso específico de cada uno para decidir la dirigencia del partido. Como consecuencia, los gobernadores priistas tienen mucha influencia sobre la selección de candidatos locales y federales. Las burocracias estatales son un rico botín en prebendas y eso hace que los políticos priistas tengan que lidiar, antes que todo, con sus ejecutivos estatales si quieren tener carreras exitosas… el CEN hace el trabajo que no puede hacer ningún gobernador; es la cara pública del PRI”, a lo cual habría que agregar que existen estados donde no gobierna el PRI y donde el dinero del CEN (vía el IFE) es muy importante para intentar recuperar el gobierno estatal.2

Por lo anterior, en el periodo de 2000 a 2011 las claves de la vida organizativa priísta fueron los gobernadores y el CEN, no es gratuito que el primer dirigente del partido luego de la derrota presidencial fuera Roberto Madrazo (ex gobernador), ni tampoco que en su pugna con Beatriz Paredes en ese mismo año todos los gobernadores tomaran partido por uno u otro. De lado de Madrazo estarían aquellos que se opusieron a Zedillo y lo apoyaron en 1999 buscando la candidatura presidencial; de lado de Paredes estarían aquellos gobernadores que le debían lealtad a Zedillo o a Labastida y que apoyaron a este último en 1999. Como sugiere Guadalupe Pacheco, algo similar aconteció en la selección de candidato presidencial donde Madrazo fue apoyado por la gran mayoría de quienes le apoyaron en 2002, y del otro lado estarían quienes apoyaron a Paredes, los cuales formarían el conocido TUCOM.3

Luego del 2006, los gobernadores siguieron teniendo un peso importante, tan es así que la recuperación del PRI en las elecciones intermedias se debe a ellos. De entre todos ellos el más sobresaliente mediáticamente sería Enrique Peña Nieto. Por ende de 2011 a 2013 los dirigentes nacionales electos (Moreira, Coldwell y Camacho) serían gente cercana a su círculo cercano. ¿Qué interpretación podemos darle a esto? Dos. Primero, como un signo del retorno a la situación donde una sola persona toma las decisiones, en este caso Enrique Peña Nieto. A dicha interpretación podría abonársele los cambios recientes a los estatutos del PRI (marzo 2013), con los cuales Peña Nieto preside el Consejo Político Nacional y la Comisión Política Permanente de dicho consejo, esta última instancia se encarga de aprobar la postulación de candidatos a diputados federales y senadores, gobernadores y jefe del Gobierno del Distrito Federal, así como la de candidatos ciudadanos. Al respecto Camacho Quiroz mencionaría que los cambios atendían a la “sana cercanía” del titular del ejecutivo con su partido (La Jornada, marzo 3, 2013).

Sin embargo, considero que no es del todo cierta esa imagen, ya que las designaciones de Moreira, Coldwell y Camacho pasaron por el Consejo Político Nacional, donde más de la mitad del consejo tiene lealtad a los gobernadores. Por otro lado, Enrique Peña Nieto pudo tomar tales decisiones en virtud de la legitimidad interna (que no ciudadana) que goza. De 2011 a 2012 pudo influir en las designaciones de Moreira y Coldwell debido a que era el puntero en las encuestas, mientras que la designación de César Camacho Quiroz atiende a la efervescencia por la toma de posesión, no en balde se presentaría 20 días después de la toma de posesión de Peña Nieto (Excelsior, diciembre 11, 2012). 

Ahora bien, el tener un dirigente nacional cercano a Peña Nieto, hasta el momento no trastoca el amplísimo poder de los gobernadores en sus estados. La prueba de fuego serán las designaciones de sucesores, así como de las listas de diputados y senadores. Al tiempo.

Lo cierto es que a los gobernadores les costó mucho trabajo obtener el poder político (decidir candidaturas, cooptar órganos electorales y judiciales) y financiero (decidir en qué gastar aportaciones federales) que poseen, por lo cual es probable que cuando cualquier actor (sea Peña Nieto u otro) intente alterar su autonomía estatal, lo enfrentarán con toda su fuerza. Si el dirigente nacional subordinado al Ejecutivo federal no los ataca, todo transitará en tersa calma.

No es gratuito que a los gobernadores se les conozca como virreyes, y es que detentan un gran poder financiero y político. Por ejemplo, entre 1990 y 2010 las participaciones fiscales federales destinadas a los estados se elevaron de 20 mil 326 millones de pesos a 437 mil 300 millones de pesos. Mientras que las transferencias de recursos a los estados y municipios, de acuerdo a los fondos etiquetados a gasto social, educación o salud, aumentaron de 24 mil 800 millones en 1993 a 579 mil 700 en 2010. Así pues, los recursos fiscales que ejercen los gobiernos subnacionales son de un billón 17 mil millones de pesos. Actualmente el PRI gobierna 21 estados, mientras que el PAN 4, misma cifra del PRD, y juntos gobiernas tres entidades.4 Por lo cual el poder financiero de los gobernadores del PRI es enorme y no estarán dispuestos a perderlo.

Ahora bien, en cuanto al poder político, los gobernadores gozan desde mediados de los noventa de la capacidad de influir (y en algunos caso designar directamente) en su sucesor. Con la alternancia se difuminó la prerrogativa presidencial de remover gobernadores mediante la figura de la “desaparición de poderes”. Con Salinas dicha figura se utilizó en 12 ocasiones, y 5 gobernadores más fueron llamados a ocupar posiciones en el gabinete. Con Zedillo dicha cifra fue de 5 removidos y 2 llamados al gabinete presidencial. Las administraciones panistas no hicieron uso de tal prerrogativa, tolerando los excesos de Ulises Ruíz en Oaxaca (2006-APPO) y Mario Marín en Puebla (2007-Lydia Cacho). Además, en muchos estados se configuran enclaves autoritarios, lo cual se materializa cuando los gobernadores gozan de poderes extra constitucionales, tales como subordinar a los órganos electorales y calificadores de elecciones, así como a las comisiones de derechos humanos e incluso tener una oposición a modo.5 Así pues, el poder político de los gobernadores es amplio y tampoco permitirán que sea reducido.

El ejemplo más acabado de que los gobernadores son auténticos virreyes y que gozan de influencia en su periodo en los subsiguientes es el hecho de que pese a los malos manejos administrativos y financieros en sus estados, Humberto Moreira (Coahuila) y Andrés Granier (Tabasco) siguen libres y nadie los ha tocado, hasta el momento, ni con el pétalo de una rosa.

Por todo lo anterior, es claro que la realidad priísta ha cambiado, debido al largo proceso de los noventas, aunado a esto con la llegada de la alternancia los gobernadores se transformaron en auténtico virreyes y hoy más que nunca están firmes en su posición al interior del partido. Los gobernadores son importantes y su peso se hace sentir en el Consejo Político Nacional, de igual forma son importantes para mantener el poder en los estados y para ganar elecciones a nivel nacional y subnacional. En pocas palabras, en la medida de que Enrique Peña Nieto no interfiera en la política subnacional, los gobernadores lo apoyarán codo a codo.

NOTAS:
1. www.letraslibres.com/revista/convivio/la-hidra-mexicana?page=full.
2. www.eleccion2012mexico.com/publicaciones/pri-la-evolucion-del-dinosaurio.
3. codex.colmex.mx:8991/exlibris/aleph/a18_1/apache_media/LUBQUDDJGPI2IS952G2T8B8URBCM91.pdf.
4. www.nexos.com.mx/?P=leerarticulo&Article=2102370.
5. www.revistas.unam.mx/index.php/rep/article/download/33096/30308.