Juventud movilizada y petróleo mexicano*
Publicado el 24 de junio de 2013 John Ackerman Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM @JohnMAckerman ackerman@unam.mx www.johnackerman.blogspot.com |
Las movilizaciones recientes en Turquía, Brasil, Chile, Grecia y México, junto con los heroicos actos de denuncia de Edward Snowden y Bradley Manning, hablan del surgimiento de una nueva coyuntura histórica a escala mundial. Una nueva generación de jóvenes cultos e informados con grandes expectativas sobre el desempeño de la democracia ha transformado de raíz el debate público. Previamente, la primavera árabe y las movilizaciones de España, Inglaterra y Estados Unidos ya habían anunciado el inicio de esta transformación histórica.
A los ideólogos de la falsa utopía clasemediera les salió el tiro por la culata. Supuestamente la urbanización, mayores niveles de escolaridad y el consumo conspicuo de productos importados y electrónicos habrían de limar la cultura popular de sus asperezas contestatarias, discursos críticos, y tendencias solidarias para abrir paso a una nueva humanidad obediente, individualista y competitiva al estilo estadunidense. La esperanza de estos teóricos era que dicha transformación social facilitaría la imposición impune de un modelo de desarrollo excluyente.
Pero sorpresivamente aquellos sectores sociales más modernos, los jóvenes urbanos con educación universitaria, son los que más rechazan las mentiras de los políticos y los designios del capital financiero internacional. De manera similar a la derrota del comunismo realmente existente a causa de las movilizaciones sociales durante la década de los 80, hoy la democracia realmente existente, el totalitarismo de nuestros días, también se desmorona. Los paralelos históricos entre el momento actual y los movimientos estudiantiles y de liberación nacional de los años 50 y 60 también son evidentes.
El nuevo sujeto histórico rechaza la anquilosada política de los partidos, pero no rehúye la verdadera acción política. Se indigna por la corrupción y la represión gubernamental, pero no cuestiona la necesidad de un Estado regulador y eficaz. Rechaza las mentiras y manipulación de los medios electrónicos, pero defiende con valor y congruencia el derecho a comunicar e informarse libremente, sin censuras o espionaje. Sobre todo, está inspirado por un ideal claro de una sociedad justa donde todos y todas puedan desarrollar plenamente sus talentos y tener una vida digna, sana y libre de sometimientos.
En México, #YoSoy132 fue un movimiento coyuntural sumamente exitoso que jugó un papel clave en el desarrollo de esta nueva conciencia y acción juvenil a escala global. La irrupción de los jóvenes universitarios desarticuló por completo la estrategia de la oligarquía doméstica y los capitales internacionales de arrasar en las elecciones presidenciales para proceder inmediatamente a rematar el petróleo, subir los impuestos y privatizar la educación pública.
La acción de los jóvenes preparó el escenario para el posterior levantamiento de los maestros y normalistas de Guerrero, Michoacán, Oaxaca y Chiapas, un movimiento que ha tenido el éxito histórico de detener la aprobación de las leyes secundarias de la reforma educativa y de abrir el debate al resto de la sociedad. Estos nuevos movimientos son herederos desde luego del levantamiento zapatista, de las movilizaciones en contra del desafuero, de las luchas a favor de la transparencia electoral en 2006 y en contra de la privatización de Pemex en 2008, así como del Movimiento por la Paz.
El atraso en la presentación de la reforma energética de Enrique Peña Nieto refleja el éxito de #YoSoy132 y el movimiento magisterial en la construcción de un nuevo contexto de exigencia ciudadana. El 27 de abril de 2012, dos semanas antes del histórico incidente en la Ibero que inauguró el movimiento #YoSoy132, Luis Videgaray ya había prometido sin el mayor rubor al Wall Street Journal que la primera acción de un eventual gobierno de Peña Nieto sería impulsar una transformación de fondo de la Constitución que permitiría a empresas privadas unirse con Pemex en la exploración y producción del petróleo, así como invertir abiertamente en la refinación.
Peña Nieto no ha podido cumplir con Wall Street. Hoy, más de un año después de aquellas declaraciones, no existe reforma alguna y ni siquiera se ha atrevido a circular públicamente un borrador de su propuesta. Peña también ha recibido fuertes recriminaciones por nuevas declaraciones al mismo medio y al Financial Times, menos atrevidas que las de Videgaray en 2012. Otro signo de los tiempos es que hasta Ulises Beltrán, encuestador siempre cercano al poder presidencial, ha tenido que aceptar que hoy la cantidad de ciudadanos que creen que el rumbo que lleva el país es el equivocado es mayor (42 por ciento) a quienes piensan que es el correcto (40 por ciento).
Incluso Marcelo Ebrard ha osado poner en cuestión los intentos privatizadores de Peña. Ello llama la atención no solamente por el cuestionable y oscuro historial del ex jefe de Gobierno, sino también porque en aquel artículo de 2012 dos de los principales operadores políticos de Ebrard, el hoy senador Armando Ríos Piter y el entonces diputado federal Vidal Llerenas, se regodeaban en elogios públicos para Videgaray (véase: ow.ly/miPBj ).
Pero no es a un funcionario menor de la ONU, como Ebrard, a quien Peña tiene que dar la cara, sino al mismo pueblo mexicano que en su mayoría rechaza con argumentos sólidos la entrega de nuestro patrimonio nacional a Exxon-Mobil, Halliburton, Repsol y Shell. La acción social ha transformado las coordenadas del debate público nacional. Este éxito junto con una coyuntura mundial sumamente favorable configuran un escenario positivo para las batallas que se acercan.
NOTAS:
* Se reproduce con autorización del autor, publicado en La Jornada, el 24 de junio de 2013