La Corte IDH en México*

Publicado el 9 de enero de 2014

Pedro Salazar Ugarte
Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM
pedsalug@yahoo.com

El estado venezolano la repudia, el poder judicial brasileño la recela, el presidente ecuatoriano la cuestiona,  la sociedad uruguaya la resiente y en Estados Unidos y Canadá ni siquiera le reconocen competencia. En México, en cambio, la recibimos con bombo y platillo. Hay mucho para reflexionar sobre el entusiasmo y el beneplácito que ha generado en nuestro país la presencia física de los jueces de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Por lo pronto se me ocurren las siguientes ideas.

a) Los mexicanos hemos apostado –creo que para bien- por un modelo de democracia institucionalizada en clave electoral y dentro del paradigma del constitucionalismo europeo. Esto nos distingue de los países de la región que se han decantado por la ruta del progresismo popular y del llamado “Nuevo Constitucionalismo Latinoamericano”. Por eso las sentencias de la Corte IDH condenatorias para el Estado, hasta ahora, han logrado procesarse institucionalmente y sin grandes sobresaltos.

b) En México tenemos una relación vecinal –con implicaciones comerciales, políticas y culturales- que no tiene ningún otro país de la región con Estados Unidos y hemos aprendido a convivir con ellos como socios. Por eso, aunque hemos pedido que EUA reconozca su competencia contenciosa, no percibimos a la Corte IDH como un brazo jurisdiccional de los estadounidenses ni un símbolo del imperialismo yanqui.

c) México está llegando tarde al mundo de los derechos humanos de fuente internacional. Apenas en 1998 se aceptó la competencia contenciosa de la Corte IDH; una década después –en 2009- el Estado recibió la primera sentencia condenatoria en el caso Rosendo Radilla (que versaba sobre hechos de desaparición forzada ocurridos en los años setenta) y solo en 2011 se reformó la constitución para reconocer a los derechos humanos de fuente internacional un rango constitucional. Así que, en comparación con otros países, tenemos una relación novel y fresca con la justicia interamericana. Ello, como es natural, supone menos desencuentros y agravios acumulados.

d) Además, los gobernantes mexicanos han podido maniobrar sin grandes costos en ese contexto de denuncias y sentencias gracias a las dinámicas democráticas. A Calderón le tocó acusar factura –en particular- de un caso sucedido en los tiempos del priismo histórico y a Peña Nieto, hasta ahora, con violaciones a los derechos cometidas en los tiempos del panismo.

e) La Corte IDH, desde el caso Radilla y en otros asuntos emblemáticos (pienso, por ejemplo, en el terrible caso del Campo Algodonero) ha inyectado confianza en la justicia institucional al denunciar un mal endémico en nuestro país: la impunidad. Al juzgar y condenar al estado mexicano se ha convertido en la voz de una ciudadanía harta de la violencia, las discriminaciones estructurales y el abuso tolerado. De esta manera, los jueces que suelen sesionar en Costa Rica le han dado voz a las víctimas y dignidad a los débiles.

f) Las organizaciones de la sociedad civil, la academia, los periodistas, los intelectuales y demás actores comprometidos con los derechos humanos han encontrado en el Sistema Interamericano y, en particular, en la Corte IDH un aliado estratégico. Lo mismo sucedió en diversos países latinoamericanos en los tiempos de la transición regional a la democracia. De hecho, creo que el mayor mérito del sistema fue el de fortalecer a la ciudadanía al impulsar una agenda democrática y de justicia transicional.

g) Esto último si pensamos en México no deja de ser paradójico porque nuestro idilio con la Corte IDH ha florecido en tiempos de consolidación democrática. La explicación probablemente reside en que la violencia estatal y criminal –por desgracia- no son males exclusivos de los regímenes autoritarios. Nosotros, en democracia, estamos viviendo una sangría sin precedentes. Por ello hablar de derechos y contar con aliados para defenderlos se ha vuelto tan urgente. 

Así que bienvenidos, jueces interamericanos.

NOTAS:
* Se reproduce con autorización del autor, publicado en El Universal, el 10 de octubre  de 2013