El atropello del SAT*

Publicado el 13 de enero de 2014

Miguel Carbonell
Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM
@miguelcarbonell
www.miguelcarbonell.com

Desde el 2004 tengo registrado el mismo domicilio fiscal ante la Secretaría de Hacienda. En ese domicilio me llegan regularmente comunicaciones del SAT en las que me piden que les confirme si he presentado o no tal declaración mensual o me informan de los cambios que debo hacer en la forma de presentar mis pagos de impuestos.

La última comunicación me llegó el 23 de octubre de 2013 y, al igual que todas las anteriores, fue debidamente recibida. El SAT también tiene mi e-mail personal, al cual me envía comunicaciones por diversos motivos (al menos unas tres al año en promedio, según mis cálculos).

Por eso es que me quedé absolutamente sorprendido cuando leí en estas páginas que el propio SAT, en un acto de irresponsabilidad enorme, me incluyó en lo que los medios llamaron una "lista negra" de morosos o deudores al fisco, por no haber localizado mi domicilio fiscal.

Lo cierto es que el domicilio en cuestión sigue estando tan ubicable como lo ha estado para el SAT en los últimos 10 años. De hecho, se trata de una calle muy conocida de la delegación Coyoacán de la capital del país.

Me pregunto en manos de qué clase de funcionarios incompetentes estamos que no son capaces de dar con un domicilio al que han enviado decenas de comunicaciones durante años, al que incluso han acudido físicamente para verificar su existencia y que aparece con precisión en Google Maps tan pronto uno lo teclea en su teléfono celular.

Hay muchos personajes conocidos en la lista. Uno de ellos es, por citar un ejemplo, el destacado analista y profesor de la UNAM José Woldenberg, quien lleva viviendo en su mismo domicilio fiscal más de 20 años, según él mismo aclaró en una entrevista radiofónica. Le pasó lo mismo que a un servidor. Pero la incompetencia burocrática del SAT queda opacada cuando se le compara con la arbitrariedad que demuestra al confeccionar y dar a conocer una "lista" en la que lo mismo se incluyen deudores con "créditos firmes", que personas con "presuntos créditos" (lo que significa que apenas se están litigando y que será la autoridad judicial la que determine si en efecto esa persona le debe o no a Hacienda) o personas cuyos domicilios un inepto burócrata no encontró.

Supongo que para el SAT los conceptos de "prestigio personal", "derecho al honor, la honra o la reputación" no significan nada, viendo la ligereza con la que acaba de tratar a ciudadanos que sí cumplimos con el pago de impuestos. Supongo también que les resulta más fácil armar un escándalo mediático basado en la mentira y acompañado por una gravísima ineptitud burocrática, antes que ponerse a hacer su trabajo para que quienes de verdad evaden impuestos sean los primeros en enfrentar procesos de fiscalización. ¿Cómo es posible que el SAT dedique tanto tiempo y energía a la famosa "lista negra" cuando la mitad o más de la economía mexicana es completamente informal y por tanto no paga nada de impuestos?

Por mi parte, he promovido un recurso de queja ante la Procuraduría de la Defensa del Contribuyente, cuyo procedimiento se está desahogando y por medio del cual pido dos cosas muy sencillas: que se retire mi nombre de la lista y que se me pida una disculpa pública por el error cometido.

Junto a esas dos medidas mínimas de absoluta e indiscutible racionalidad, debería exigirse también la renuncia de quienes integraron la susodicha lista, de quienes autorizaron su difusión y de quienes han salido a los medios a defenderla, con una dosis de cinismo y falsedades que ningún régimen democrático puede tolerar. Obviamente, estoy confiado en que por la vía jurídica obtendré seguramente que se me quite de la lista; hay alguna posibilidad (bastante baja, pero la hay) de que me manden una carta con una disculpa.

Pero no me hago falsas ilusiones respecto a la posibilidad de que renuncien los responsables de tan grave error. La torpeza burocrática los ha acompañado por años y el concepto de "responsabilidad política" les resulta completamente ajeno. Eso se debe al indisputable hecho de que no solamente son torpes en su trabajo y cínicos en sus argumentos, sino también ignorantes de las reglas básicas de una forma de gobierno que se llama "democracia". Cuando tengan un rato libre luego de cometer tantos y tan gratuitos atropellos, deberían tomar unas clases para que entiendan cómo funciona un sistema democrático. Con José Woldenberg, por ejemplo.

NOTAS:
* Se reproduce con autorización del autor, publicado en El Universal, el 9 de enero de 2014