Tampico y la Huasteca Potosina en la Revolución Mexicana

Publicado el 28 de enero de 2014

Alfonso Guillén Vicente
Departamento Académico de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Autónoma de Baja California Sur. Profesor-Investigador de Tiempo Completo. Impartió la asignatura de Bienes Públicos de 2011 a 2013
aguillenvic@gmail.com

Sobre el sitio del puerto jaibo de 1914, Gonzalo Santos recuerda que “la noche del 24 de marzo de 1914 acampamos en unos potreros de zacate guinea que había entre la entonces “Doña Cecilia” (Ciudad Madero, Tamaulipas) y la Barra de Tampico”. Ahí escuchó,  por vez primera en su vida,  ”los rugidos del mar y los primeros cañonazos de la artillería pesada de los barcos de guerra, anclados en el puerto, y que los federales estuvieron disparando toda la noche sin ton ni son al sentir que nos aproximábamos a sus líneas”.1

El general Caballero, a cargo de las tropas Constitucionalistas, dispuso que Nafarrate, con el grueso de la columna, comenzara  el ataque sobre Tampico en la madrugada del 25 de marzo de 1914, “por nuestro flanco derecho, o sea por  la Escuela del Monte, donde ahora se encuentran ubicadas las colonias Las Flores, América y El Águila de Tampico… y nosotros, los huastecos (potosinos) al mando de Samuel (Santos), de (Alfredo M.) Terrazas… avanzamos sobre Árbol Grande (sede de importantes instalaciones petroleras y colonia fundadora de Ciudad Madero, Tamaulipas).”2

Después de los primeros quince días de combate en suelo tampiqueño, Gonzalo Santos recuerda que “nos mandó relevar el general Caballero que tenía su cuartel general en el kilómetro once, pero no para descansar sino para avanzar a reforzar a Nafarrate en la Escuela del Monte. Allá los combates eran muy duros y entonces quedé a las órdenes del coronel Alfredo M. Terrazas (Axtla, San Luis Potosí)… Tanto él como sus hermanos Severino y Celedonio…estaban combatiendo en diferentes lugares de la línea de fuego y su padre (Jesús)… también se encontraba presente en la acción de armas, no obstante sus sesenta y tantos años y de haber sido oficial en la tuxtepecana”3, la rebelión de los poderes locales de varias entidades federativas que encabezó Porfirio Díaz en 1876.

Gonzalo N. Santos señala, finalmente, que no  se iba a referir a  “ todos los detalles de los cuarenta y ocho días que combatimos unos dos mil ochocientos revolucionarios contra cuatro mil federales que había en la plaza y que tenían barcos de guerra y muy buena artillería, reflectores, artillería de tierra, muy buen armamento de fusilería y muy buenas posiciones, porque sería una narración interminable”.4

El asalto final al puerto jaibo fue posible después de la toma de Monterrey por el ejército constitucionalista, cuando “pudo disponer el general González de suficientes tropas para proseguir las operaciones contra el puerto de Tampico, último reducto del huertismo en el Noreste de la República.  El día primero de mayo (1914) movió el general González el grueso de sus fuerzas hacia Tampico, transportándolas por  ferrocarril  hasta Doña Cecilia (Ciudad Madero, Tamaulipas), cuartel general de los revolucionarios que asediaban el puerto”.5

Además de las Brigadas de los generales Luis Caballero y Jesús Agustín Castro, que mantuvieron sitiado Tampico por más de mes y medio, participaron en la ofensiva definitiva contra los huertistas que defendían el puerto, “las Brigadas de los generales Cesáreo Castro y Teodoro Elizondo, y las columnas de los coroneles Gonzalo Novoa, Francisco Cosío Robelo  y Pablo A. de la Garza”; mientras que “varios contingentes de las fuerzas del general Alberto Carrera Torres, y las del general Manuel C. Lárraga se situaron en El Ebano  para cortar la línea del ferrocarril entre Tampico y San Luis Potosí, con el objeto de impedir la retirada de los federales al perder la plaza, por esa vía”.6

Poco tiempo después, Victoriano Huerta es completamente derrotado  y la Revolución Mexicana entra en la etapa de la lucha de facciones, con Carranza y Villa como los principales protagonistas. La celebración de la Soberana Convención Revolucionaria de Aguascalientes y el predominio inicial del Centauro del Norte obligaron a don Venustiano a refugiarse en el puerto jarocho  a finales  de noviembre de 1914, luego que los norteamericanos abandonaron la zona.

Si tomamos en cuenta que en los albores  de 1915, Carranza, el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, despachaba desde el edificio de Faros, en el puerto de Veracruz, entendemos el por qué Francisco Villa ordenó a sus tropas acantonadas en la capital potosina marchar sobre Tampico, en los momentos en que se disponía a batirse con Álvaro Obregón en el Bajío.  Era un movimiento de pinzas que le aseguraría al Centauro del Norte la victoria definitiva,  porque los recursos energéticos y financieros tampiqueños le pondrían  a don Venustiano a tiro de piedra.

Ébano, San Luis Potosí, está asentado sobre una meseta que rodea a un cerro que domina las planicies situadas, tanto de cara a Ciudad Valles y Tamuín como de frente al camino que conduce al estado de  Tamaulipas, pasando por el norte de Veracruz.   Con una posición estratégica natural en términos militares , era sede del primer pozo petrolero de México y tenía una estación del ferrocarril que corría de la capital potosina al puerto tampiqueño desde la última década del siglo diecinueve. Pero sobre todo,  era el paso obligado hacia Tampico, situado a 56 kilómetros.

Ha escrito uno de los militares carrancistas que defendieron la plaza ebanense,  Juan Barragán Rodríguez, que  “bajo el punto de vista militar, no podían los villistas esquivar el paso obligado de El Ébano, porque si  bien es cierto que existen dos caminos para llegar a Tampico:  uno siguiendo la margen derecha del Río Pánuco, hasta el Puerto; y el otro, pasando al Sur de la Laguna del Cerro del Pez, para colocarse sobre la vía férrea, a retaguardia de El Ébano, a los ojos de cualquier conocedor del terreno, estas rutas tenían que desecharse, porque para seguir la primera, era preciso cruzar, por dos veces, el Río Pánuco...  Para tomar el otro camino tropezaba, también, con serios obstáculos, como son los numerosos pantanos y lo cerrado del bosque, además de las plagas de insectos que  abundan en esa región, algunos mortíferos...”7

Al parecer, los constitucionalistas estudiaron muy bien el entorno geográfico del campo petrolero, para no dejar ninguna rendija a los villistas. El general Juan Barragán, en su segundo volumen sobre la Historia del Ejército y la Revolución Constitucionalista, describe a detalle que “el casco de la hacienda está a corta distancia  de la estación (del ferrocarril), a la izquierda, si se viene de  Tampico. Al Norte corre el río Tamesí que va buscando su afluencia en el Pánuco, y al Sur, viene el río de este nombre, de tal suerte que ambos forman una enorme V, cuyo ángulo se cierra en el Puerto de Tampico y la abertura a la altura de El Ebano mide cuarenta kilómetros en línea recta”.8

Por eso, “los puntos de apoyo de la línea de combate de los constitucionalistas que ocupaban El Ebano, fueron Las Bombas, en el Tamesí, por encontrarse allí establecida la maquinaria con que se extrae el agua de que se surte el campo petrolero, y al Sur, la margen izquierda del Río Pánuco, frente a la población del mismo nombre, plaza que se mantuvo, casi siempre en poder de los constitucionalistas”.9 Barragán Rodríguez señala que “la defensa, propiamente dicha, se hizo en una extensión de catorce kilómetros, y en este terreno fue donde se practicaron las obras de atrincheramiento, que llegaban: por el Norte, hasta un monte cerrado conocido con el nombre de Sierra de Chapacao, y por el Sur, hasta la laguna del Cerro de Pez”.10

Para encabezar la defensa del territorio ebanense,  que una vez fue estancia de la hacienda El Tulillo, fue designado por parte del Ejército Constitucionalista el general Juan B. Treviño González, en marzo de 1915. Nativo de Coahuila y egresado del Colegio Militar como técnico de artillería, Treviño llegó a ser parte del Estado Mayor del Presidente Madero.  Alzado contra Victoriano Huerta, aparece como primer  firmante del Plan de Guadalupe, combatió directamente bajo las órdenes  de Venustiano Carranza,  y acudió con él  a Hermosillo como parte de su escolta. Gonzalo N. Santos  recuerda que  acompañaron a Jacinto B. en la batalla  de Ebano, “su asistente Pancho Espinosa, su hermano, el capitán Federico Treviño, el coronel Francisco Bórquez y el capitán Alatorre, así como el ayudante de pagador Adolfo Ruiz, quien después usó el apellido de Cortines”.11

Según Gonzalo Santos, el general Treviño arribó a Ebano la víspera del inicio de la batalla, el 20 de marzo de 1915, “y recorrió a caballo, seguido de Mariel y Samuel (Santos) con sus estados mayores respectivos, toda la futura línea de batalla y luego que la gente a las órdenes del Teniente Coronel Vizcaíno se ocuparon toda la noche de poner alambradas, pues ya las loberas estaban hechas desde mucho tiempo atrás, desde el combate en que defendió Ebano el coronel César López de Lara contra los villistas a las órdenes del … jefe Cleofas Cedillo”.12

Del lado villista, el ataque al campo petrolero fue encomendado primero a Manuel Chao, normalista veracruzano que se desempeñó como jefe de artillería en diversas acciones de la División del Norte y asistió a la Convención de Aguascalientes. Después de varios  días de duro combate sin decisión,  pues el sitio de Ebano había comenzado el 21 de marzo de 1915, a principios de abril el Centauro  del Norte decidió enviar a su compadre Tomás Urbina,  apoderado de la capital potosina, a encabezar directamente la embestida villista. Apodado el “León de Durango”, el general Urbina es considerado por Pedro Salmerón Sanginés, estudioso del fenómeno Francisco Villa, como uno de los personajes más oscuros de ese movimiento.13

Aunque las primeras escaramuzas por la defensa de Ebano se  dieron en diciembre de 1914,  “la ofensiva más terrible comenzó el 21 de marzo (de 1915) a las seis de la mañana”.14 Ya para entonces, la Primera Guerra Mundial se libraba en Europa a plenitud. El periódico español  ABC, en su edición del 22 de marzo de 1915, reportaba que en Francia “los soldados territoriales y un guarda de la vía férrea de Compiegne habían visto destacarse en el cielo perfectamente, sin nubes, las siluetas de dos enormes aeronaves que se dirigían sobre París…Dada inmediatamente la señal de alarma desde el campo atrincerado, París se preparó a recibir a los zeppelines. La ciudad quedó completamente sumergida en la obscuridad  (y)… los cañones especiales situados en la torre Eiffel y en los fuertes… comenzaron a tronar… Dos violentas explosiones siguieron a la aparición de los zeppelines”.15

Sobre el número de efectivos villistas colocados en el frente de batalla durante los dos meses y medio que duraron los combates en el campo petrolero  potosino existen varias versiones.  Eugenio Martínez Nuñez,  en su obra La Revolución en el Estado de San Luis Potosí,16 habla de más de veinte mil hombres.  Juan Barragán, por su parte,  subraya que Villa “hizo una demostración de fuerza hasta reunir, frente al campo atrincherado, un cuerpo de ejército de doce mil hombres, dotado de dieciocho cañones y numerosas ametralladoras”.17 Gonzalo N. Santos, en cambio, refiere que  “son mentiras que nosotros (carrancistas) hayamos sido cuatro mil hombres y el enemigo (villista) veinte mil, pues lo más que llegó  a tener Urbina, que fue el jefe que sustituyó a Chao después de los primeros quince días de combates, fueron diez mil hombres, como lo pueden atestiguar villistas que estuvieron en aquella acción”.18

La batalla de Ebano no sólo es memorable por su duración (72 días), ni únicamente por la cantidad de combatientes que participaron.  Involucró también al transporte marítimo, que desde Veracruz dispuso Carranza para apoyar con pertrechos, como el buque “Tamaulipas”, y personal de refuerzo, como el barco “Oaxaca”,  a la defensa de sus cruciales posiciones. Y es que el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista no escatimó ningún apoyo porque siempre supo sobre la importancia de la plaza y de la necesidad de conservar el control sobre  Tampico.  Esto queda claro en las palabras que le dirigió a Gonzalo N. Santos desde  su cuartel de Faros en el puerto de Veracruz: “Estoy  seguro de que todos ustedes los revolucionarios que van a defender Ebano  lo van a hacer con  la conciencia plena de que están contribuyendo al triunfo definitivo de la Revolución”.19

Por si esto fuera poco para resaltar la importancia histórica del combate del campo petrolero  de Ebano,  la obra de Eugenio Martínez Núñez, publicada por el Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución,   nos recuerda que en el campo petrolero potosino de 1915,  “por primera vez se hicieron entrar en acción en México los aeroplanos de bombardeo”.20 Otro aspecto relevante de esta batalla aparece con la participación del primero de los seis  Batallones Rojos de la Casa del Obrero Mundial, el integrado por los trabajadores de la Fábrica Nacional de Armas.  Organizados  por el coronel Ignacio Henríquez, pelearon del lado carrancista “convencidos por sus dirigentes de que la facción constitucionalista representaba el porvenir de las agrupaciones obreras y del pueblo en general”.21

Quien hace cincuenta años se hubiera encontrado en las goteras de Ebano, en las laderas que miran rumbo a la carretera que va a Ciudad Valles, se habría podido imaginar la majestuosidad de las interminables cargas de la caballería villista que se topaban con el fuego de las ametralladoras y los obuses  de las piezas de artillería colocadas  en el cerro del pionero campo petrolero. Todas ellas coordinadas por “el coronel Manuel García Vigil,quien fue el comandante de esa arma durante la mayor parte del tiempo”.22 Hoy, con los festejos del Centenario, podemos leer el entusiasmo del militar Barragán al recordar que el ejército de Villa “lanzó una góndola con ametralladoras y bombas de mano para apoyar el asalto, pero semejante blanco fué fácilmente batido por la artillería constitucionalista a ochocientos metros de distancia tirándole con granadas torpedo, lo que obligó a quienes manejaban el tren, a dar contra marcha, conjurándose así,  aquel peligroso fuego”.23

Buena parte de la gran batalla ebanense se libró seguramente con temperaturas  promedio siempre por arriba de los treinta grados centígrados,  y una humedad casi nunca por debajo  del setenta por ciento. Los cálculos de la meteoróloga Maestra Sandra María Robles-Gil Mestre, Jefa de Observatorios Meteorológicos de la CONAGUA en Baja California Sur, señalan a dicha combinación de factores dentro de lo que ella denomina, en su Tabla para obtener la Temperatura Efectiva, de “bochornoso” al “límite superior al calor” o “límite superior a ambientes calurosos”,  situación  que se  califica de “peligro extremo” por “probabilidad muy alta de golpe calor o insolación”.

Por eso no extraña que la legendaria División  del Norte haya decidido librar muchos combates nocturnos para mitigar el húmedo calor sofocante del trópico oriental  mexicano, por cierto no la única penalidad que debían soportar los villistas.  “Nosotros  los constitucionalistas a las órdenes de Treviño  - recuerda Gonzalo N. Santos-  empezamos como con cuatro mil hombres y terminamos con seis mil quinientos y bastante artillería, magníficas posiciones y la mayor parte de las tropas de la región y otras de Tabasco, que también eran de tierra caliente, y donde había todos los insectos que en Ebano agobiaban a los villistas y que a nosotros no nos hacían nada”.24 Todo esto sin menospreciar a aquellos potosinos, conocedores del terreno,  que guiaban a las columnas de los dorados de Villa. Tal  fue el caso de “la vanguardia villista de Chao, que comandaba el general Adalberto de Ávila, que también había pertenecido al maderismo, (con) las fuerzas de Pedro Antonio (Santos), y (al)  constitucionalismo , (con) las de Samuel (Santos)”; y del coronel Ranulfo Cruz, segundo del general villista Bañuelos, “que también había sido maderista, ayudante de Pedro Antonio (Santos) y originario del rancho Santa Isabel, municipio de Tancanhuitz (SLP)”.25

Los partes rendidos por el general Treviño a don Venustiano Carranza a lo largo del prolongado sitio de Ébano siempre fueron positivos. A los dos días de combate  reportó que “la columna de operaciones bajo mi mando se ha batido bizarramente durante cuarenta y ocho horas consecutivas contra los reaccionarios villistas, habiendo logrado rechazar al enemigo en todos sus ataques con muchas pérdidas para éste. El enemigo no ha logrado quitarnos un solo palmo de terreno, a pesar de sus esfuerzos desesperados”.26

El  31 de mayo de 1915, Jacinto B. Treviño, ascendido a General de Brigada por el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista el nueve de abril, después de veinte días de exitosa resistencia, puso en el superior conocimiento de  Carranza que “hoy a las diez y media de la mañana ordené el asalto general, logrando después de hora y media de combate derrotar completamente al enemigo, quedando en el campo numerosos  muertos y en nuestro poder prisioneros, artillería y armas en gran cantidad.  Nuestras tropas avanzan en estos momentos hasta Auza (estación ferroviaria), recogiendo dispersos del enemigo”.27

NOTAS:
1. Gonzalo N. Santos, Memorias, Editorial Grijalbo, México, 1986, p. 87.
2. Ibid., p.88.
3. Idem.  Según Gonzalo Santos, el coronel Alfredo M. Terrazas falleció el 13 de mayo de 1914 en el sitio de Tampico, “cuando ya habíamos roto las líneas federales y estábamos en sus propias trincheras (pues)… recibió un balazo en los pulmones, cayendo de un (corcel) negro que montaba (Memorias, p. 90). El mismo revolucionario y político potosino señala que Severino,  ”el más chico de los Terrazas”, era ayudante del general Caballero, “ y murió general en Ciudad Juárez jugando polo en tiempos del gobierno del general Abelardo Rodríguez. De no haber muerto Severino, hubiera llegado muy alto pues era del mismo grado del entonces general brigadier Manuel Ávila Camacho y muy amigos y compañeros” (p.85).
4. Ibid. p.89.
5. Juan Barragán, Historia del Ejército y la Revolución Constitucionalista, Primera Época, ya citado,  capítulo XIX, p.471.
6. Ibid., pp. 471 y 472.
7. Historia del Ejército y la Revolución Constitucionalista, Segunda Época, Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, México, 1985, capítulo XVIII, p. 301.
8. Ibid. P.300.
9. Idem.  En el caso  de Pánuco, el gobierno del estado de Veracruz-Llave entregó, en mayo de 1949, un Diploma “como reconocimiento al Mérito”, expedido por Angel Carvajal, gobernador de la entidad, al C. Mayor Manuel Orta, “superviviente de la Defensa de Ebano, SLP, llevada a cabo desde el 21 de marzo al 31 de mayo de 1915, y de la que formaron parte las acciones de armas efectuadas en Pánuco, Veracruz, lugar que constituyó la Extrema Izquierda de la Línea General de Defensa”.  Reproducido en el portal de la SEP, Historias de Familia, del Bicentenario.
10. Ibid.,p. 300.
11. Memorias, Op. Cit.p. 162.
12. Ibid., p.161.
13. Pensar el Villismo”, en  Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, UNAM, Instituto de Investigaciones Históricas, v. 20, 2000, pp.101-128.
14. Juan Barragán, Op. Cit., p.303.
15. Diario ABC, Madrid, 22 de marzo de 1915, p.8.
16. Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, México, 1964, p.57.
17. Juan Barragán, Op. Cit., p.303.
18. Memorias, Op. Cit., p.162.
19. Ibid., p. 156.
20. Op. Cit., p.57.
21. Carlos Quiñones Aguilar, “Los Batallones Rojos”, en revista Trabajadores, número 27, Universidad Obrera de México Vicente Lombardo Toledano.
22. Juan Barragán, Op. Cit., p.304.
23. Idem.
24. Memorias .México, Grijalbo,, p. 162.
25. Ibid., p. 159.
26. Juan Barragán, Op. Cit., p. 305.
27. Ibid., pp.306-307.