La composición del INE*
Publicado el 3 de marzo de 2014 César Astudillo Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM @AstudilloCesar cesar@unam.mx |
Como órgano al servicio de la salud del sistema democrático, el nuevo Instituto Nacional Electoral INE nace como una instancia bifronte, con una vertiente exclusivamente técnica para hacer frente a la especialización alcanzada por la materia electoral, y con una vertiente sustancialmente política por estar al servicio del pluralismo político que hoy en día caracteriza a nuestro entorno institucional.
Por su especial naturaleza, es en el INE en donde se debe proyectar de manera más nítida el pluralismo político porque a nadie escapa que la conducción de los procesos electorales presupone una permanente toma de decisiones a partir del acuerdo de diferentes visiones, distintas formas de pensar, diversas ópticas y múltiples perspectivas. En este sentido, la institución garante del pluralismo democrático del país debe ser, en su propio seno, un órgano que exprese la diversidad ideológica que compone nuestro mosaico social.
El pluralismo ideológico de sus integrantes no es, sin embargo, la única modalidad de pluralismo que tanto el Comité Técnico de Evaluación, la Junta de Coordinación Política y el pleno de la Cámara de Diputados deben garantizar en el órgano rector de las elecciones, si lo que se pretende es erigir a una nueva institución cuya solidez y legitimidad se asiente en la idoneidad de sus miembros.
Sin duda el INE que emergerá a mediados de abril debe ser la auténtica expresión del equilibrio entre géneros. Si en la sociedad conviven hombres y mujeres sólidamente formados en la materia electoral, constituye una exigencia de primer orden lograr que al menos cinco de los once miembros del Consejo General sean mujeres. Regatear el respaldo a las mujeres sería altamente discriminatorio en tiempos en dónde la perspectiva de género representa un pilar fundamental de cualquier decisión política y de toda política pública.
Si se asume con responsabilidad que el INE nace con una competencia originaria para conducir los comicios federales y estatales en el contexto de un estado federal, el compromiso político debe asegurar que el INE sea también la armónica expresión de integrantes que provienen tanto del centro como de la periferia de nuestro país, y de quienes han servido a la organización de procesos electorales federales y locales, a fin de acumular el conocimiento que de cada realidad tengan sus integrantes.
La complejidad de los asuntos que tiene que afrontar el INE presupone un nuevo acuerdo a favor del equilibrio de aquellos que habrán de acceder bajo un perfil marcadamente técnico y de quienes lo harán bajo un perfil abiertamente político. Recordemos que el órgano electoral tendrá que lidiar con el impacto del must carry, must offer en el modelo de comunicación política, y con los imponderables que se presenten con la clase política de los estados, derivado de sus nuevas atribuciones en los comicios locales.
La importancia de compaginar distintos enfoques y perspectivas en la herradura del Consejo General evidencia lo inexorable que resulta un compromiso generacional que permita el acceso de quienes, por su edad, pueden aportar la mesura y ponderación que requieren decisiones de gran calado, como la de atraer al conocimiento del INE algún asunto de competencia estatal, y quienes, desde una posición opuesta, aporten su energía y su visión moderna y renovadora a una institución que necesita relanzar sus dinámicas institucionales.
No hay duda que una composición que logre equilibrar la presencia de las diversas ideologías que conviven en la sociedad, y un compromiso que se haga seriamente cargo de hacer partícipes a los géneros, las generaciones, la procedencia, la experiencia, la especialidad y los perfiles tanto técnicos como políticos, será la garantía de una composición con personas verdaderamente idóneas y la muestra más fehaciente de un ejercicio políticamente responsable por darle a este país una institución con renovada autoridad y legitimidad, capaz de transmitir credibilidad a la clase política y confianza a la sociedad. Lo peor que nos puede pasar es acudir al nacimiento de una institución que sea expresión de un acuerdo cupular asentado en la lógica de los intereses políticos, y no de un amplio compromiso democrático basado en el reconocimiento del pluralismo en todas sus manifestaciones.
NOTAS:
* Se reproduce con autorización del autor, publicado en El Universal, el 28 de febrero de 2014