Acerca de la futilidad del ser o de lo inconmensurable de la dignidad del individuo

Publicado el 3 de marzo de 2014

Gustavo Eduardo Castañeda Camacho
Estudiante de la Facultad de Derecho de la UNAM
gustavo.castaneda@outlook.com

El Derecho es una obra de arte per se, debido a que es una narrativa, una representación y una estética que incluso se puede entender como un género literario. El vinculo que encuentro entre Arte y Derecho es muy amplio en razón de que ambos son un lenguaje y para ejemplificar esta hipótesis he relacionado los Derechos Humanos con un cortometraje que sin duda alguna ilustra bien como la sociedad ha tergiversado la realidad y nos ha impuesto criterios para ver el mundo.

El cortometraje “La Victoria de Úrsula”1 elaborado por los cineastas españoles Julio Martí y Nacho Ruipérez es un claro ejemplo de como una expresión artística se puede convertir en un instrumento de reivindicación y de reparación de los Derechos Humanos.

La sinopsis del cortometraje es la siguiente:

Una procelosa noche, Úrsula rompe las cadenas de la verja de entrada al camposanto con una pala. Con sumo cuidado de no ser vista, se dirige a una de las tumbas. Cuando se dispone a profanarla, es sorprendida por el vigilante. A partir de ahí, el extraño empleado se convertirá en el confidente de la misteriosa historia que encierra la muerte del padre de esta adolescente.

La joven Úrsula, sin saberlo, se dispone a dar el primer paso hacia la madurez al desmarcarse de la estricta y severa figura de su abuela Doña Elvira, las tensiones entre ambas mujeres aflorarán a medida que se aproxima el funeral.

Por otro lado, Úrsula será también narrativa de las desdichas del vigilante quien, conmovido por el relato de Úrsula, se convertirá en su cómplice.2

Ahora bien, respecto a la importancia que tiene “La victoria de Úrsula” para los Derechos Humanos, se da en virtud de que nos muestra el enfrentamiento que existe cuando una persona que ha decidido transitar de lo masculino a lo femenino o viceversa, que frecuentemente identificamos con los términos “transexuales”, “travestis” o “trans”, camina por un proceso biológico, normal e inevitable de la vida que es la perdida de las funciones vitales, ergo la muerte.

Este conflicto al que hago alusión es al Derecho a un “entierro digno”, que a simple vista parece un Derecho bastante racional y común, éste sin embargo se ve mermado e incluso conculcado cuando no se respeta la voluntad del difunto. En el cas d'espèce de la defunción de una persona transexual resulta habitual que no se respete su animo volitivo de ser sepultado con el género que decidió vivir, más allá de su sexo biológico, toda vez que la familia no acepta la transformación de ésta, y decide dar la última despedida con las ropas, nombre, y objetos personales con los que nunca se identificó, acto que no rinde los honores ni respeto por el fallecido(a). El cortometraje nos enseña como se llega a vivir este problema, que al final del día se torna en un conflicto ético, debido a que se encuentran en pugna dos valores, por un lado el Derecho a un entierro digno y de respeto por el muerto y por otro lado un valor más conservador e incluso religioso que se traduce en  algo tan llano como guardar las apariencias ante la sociedad.

Uno de los sucesos más tristes y dolorosos  que puede llegar a vivir una persona es la pérdida de un ser amado, el asistir a un acto mortuorio y vivir el duelo por un fallecimiento es una situación que resulta incomoda e indeseable. Indiscutiblemente es más doloroso sentir la contradicción de sepultar a alguien que realmente no vivió con esa apariencia, ni con esos deseos y valores. Lamentablemente una prerrogativa que prima facie parece universal, se ve violada en casos particulares como los del colectivo LGBTI.

Con el fin de aseverar que este privilegio que gozan los muertos es fuerte, preciso y contante a nivel mundial, deseo subrayar que históricamente el transito del hombre de esta vida a la otra se ha rememorado a través de ceremonias, actos litúrgicos, ritos luctuosos, et sit cetera.

Habría que decir también que ya los antiguos griegos veían al entierro como una forma para comunicarse con sus muertos. Pongamos como caso una de las famosas tragedias griegas que escribió Sófocles, me refiero a “Antígona”, en la cual grosso modo se plantea un conflicto entre el Derecho natural vis à vis el Derecho de la Polis.

En esta tragedia griega, la protagonista Antígona (hija de Edipo), pide ayuda a su hermana Ismene para honrar el cadáver de su hermano Polinices a través de ritos fúnebres, no obstante ésta rechaza la petición dado la prohibición de Creonte rey de Tebas de dar sepultura digna a Polinices por considerarlo traidor de la ciudad, sin embargo Antígona sigue firme con su posición pues ella responde a un Derecho natural (ético y moral) y no al Derecho de la Ciudad (leyes).

Para ilustrar mejor, transcribo un fragmento del texto de Sófocles.

ANTÍGONA

Y, ¿cómo no, pues? ¿No ha juzgado Creonte digno de honores sepulcrales a uno de nuestros hermanos, y al otro tiene en cambio deshonrado? Es lo que dicen: a Etéocles le ha parecido justo tributarle las justas, acostumbradas honras, y le ha hecho enterrar de forma que en honor le reciban los muertos, bajo tierra. El pobre cadáver de Polinices, en cambio, dicen que un edicto dio a los ciudadanos prohibiendo que alguien le dé sepultura, que alguien le llore, incluso. Dejarle allí, sin duelo, insepulto, dulce tesoro a merced de las aves que busquen donde cebarse. Y esto es, dicen, lo que el buen Creonte tiene decretado, también para ti y para mí, sí, también para mí; y que viene hacia aquí, para anunciarlo con toda claridad a los que no lo saben, todavía, que no es asunto de poca monta ni puede así considerarse, sino que el que transgreda alguna de estas órdenes será reo de muerte, públicamente lapidado en la ciudad. Estos son los términos de la cuestión: ya no te queda sino mostrar si haces honor a tu linaje o si eres indigna de tus ilustres antepasados.

ISMENE

No seas atrevida: Si las cosas están así, ate yo o desate en ellas, ¿qué podría ganarse?3

Algo semejante ocurre entre el corto “La victoria de Úrsula” y la tragedia griega, pues en las dos se plantea un conflicto y una dualidad respecto a lo que se debe hacer y lo que ocurre de facto cuando acontece una muerte, con sus implicaciones, en otras palabras, tener que honrar al cuerpo, hacer rituales y remembranzas, claro que cada uno de estos dos casos con sus diferentes matices y aristas.

Ahora bien, para el presente escrito me voy a permitir hablar de prerrogativas de los muertos, las cuales denomino derechos post mortem, que contradice la lógica de que es conditio sine qua non la vida para ser susceptible de los derechos humanos. Lo dicho anterior supone que el difunto siga disfrutando después de la vida un mínimo de derechos personalísimos que implican un actuar y un tolerar por parte de quienes brindan la ceremonia fúnebre, verbigracia:

  1. Respetar la voluntad del fallecido (haciendo un énfasis en las personas que integran el colectivo LGBTI)

  2. Realizar un velorio o ceremonia que realmente conmemoré a la persona que jamás saldrá del mundo onírico (A pesar de que los familiares o seres cercanos al difunto se nieguen a aceptar lo que era éste)

  3. Guardar la memoria del muerto, de tal suerte que quedé incólume la esencia de éste (En vista de que hay entidades que se encuentran en desventaja de este derecho como es el caso particular de la colectividad LGBTI, se debe tener un mayor espectro de acción para la protección del derecho)

  4. Tolerar y no discriminar el pensamiento e ideología que tenía el ahora muerto, lo que implica aceptar todo lo que se encuentra detrás de él (No segregar por cuestiones de raza, religión, preferencia sexual, et sit cetera)

Sintetizando, pues, diré para terminar este breve ensayo, que el cortometraje me hace reflexionar y cuestionar lo que consideramos humano, en razón de que resulta evidente que nos hemos acondicionado al entorno y naturalizado a lo habitual, es la cultura la que nos ha determinado y la que nos ha insertado categorías en la cabeza que nos obstaculizan el percibir y palpar la realidad con los sentidos, pues éstas nos provocan sentimientos y sensaciones a priori que nos generan un velo ante los diferentes e ínfimos contextos, impidiéndonos tener una relación pura y brutal con el mundo.

Es muy humano decir esto no está bien, es muy humano prometer libertad e igualdad, y es muy humano gritar y pedir paz cuando el ánimo es bajo y los sentimientos se encuentran en el punto más álgido o el más alterado.

La realidad es una construcción social, y desaprender es más difícil que aprender, tan cierta es esta afirmación que incluso no vemos el mundo con los ojos, sino con las categorías que tenemos en la cabeza. No vemos a un ser humano, sino vemos a una lesbiana, un gay, un bisexual o un transexual. Sin embargo habría que cuestionarse si hay algo de malo en estas denominaciones.

Estamos en un progreso que no inventamos, pero que sí nos han enseñado a llegar, ¿Será cierto esto?.

NOTAS:
1. Se recomienda al lector ver el cortometraje “La Victoria de Úrsula” para comprender mejor las ideas del autor. El video lo puede encontrar en el siguiente link: www.youtube.com/watch?v=Gry2nv5sOzA.
2. La sinopsis del cortometraje lo cito textual de la siguiente página web www.lavictoriadeursula.com.
3. El fragmento de Antígona lo tuve que conseguir de una página web a falta del texto impreso que habitualmente se puede conseguir de manera económica en México. Lamentablemente la traducción no me pareció la más acertada, pero es la limitación de escribir sin los recursos necesarios.