Las víctimas del terror nunca sufren amnesia

Publicado el 2 de abril de 2014

Gustavo Eduardo Castañeda Camacho
Asistente de Investigación en el Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM
@GustavoECC
gustavo.castaneda@outlook.com

En los últimos tiempos estamos asistiendo a un interés creciente por las cuestiones relacionadas con el derecho a la reparación y el papel que puede jugar la memoria como elemento necesario para que florezca la verdad, se haga justicia y, así, se pongan las bases para una auténtica reconciliación. La memoria se ha convertido en una categoría ético-filosófica, política y jurídica, convirtiendo el recuerdo en un auténtico deber moral, en un antídoto contra la barbarie y el olvido en que han caído muchas veces las víctimas de las violaciones de los derechos humanos más elementales.1

Así las cosas, el derecho a la memoria es de gran relevancia para resarcir el daño que se han cometido especialmente en grandes violaciones a derechos humanos como son los casos de dictaduras militares, masacres, genocidios, entre otros más.

En el caso particular de las dictaduras militares podemos decir que éstas no son compatibles con la democracia ni los derechos humanos, incluso podrían ser antónimos, en razón de que en las dictaduras jamás se respetan los derechos fundamentales, más aún, en ellas se llegan a violar sistemáticamente las prerrogativas de los gobernados.

Por lo general los más afectados emocional y psicológicamente en una dictadura son los familiares de las victimas, pues no saben donde están sus seres amados, incluso no saben si continúan con vida. Al pasar el tiempo las personas van perdiendo la esperanza de ver de nuevo a sus parientes, y el dolor es tan grande que lo único que anhelan es que se haga una evocación o una simple remembranza de la persona que ahora sólo habita en sus mentes.

Es ahí dónde nace el concepto de “reparación simbólica”, ésta es una forma  de compensación a las víctimas por medio de beneficios en favor de los perjudicados o de la colectividad que se vio afectada por la transgresión a los derechos humanos. Estas medidas propenden a atestiguar la conservación de la memoria histórica, y vigilar por la no reproducción de los hechos que hicieron nugatoria la justicia y la paz.

En este orden de ideas, es menester para hacer valida la “reparación simbólica” una serie de actos que urden la reminiscencia de las víctimas del horror, verbigracia el restablecimiento de la dignidad de los menoscabados, la aceptación pública de los hechos, el perdón notorio,etcétera.

En otras palabras, lo que pretende llevar a cabo la “reparación simbólica” es mantener vigente en la mente de las personas las vicisitudes que conculcaron los derechos humanos para que no se nieguen y tampoco se repitan los hechos.

Asimismo, al tener encendida la flama del dolor de las víctimas y el pasar la antorcha a las generaciones postrimeras se impide que exista amnesia por parte de las personas y se evite la amnistía a los culpables. Sin duda alguna la reparación simbólica es como un tratamiento para la perdida de memoria.

Una manera de realizar una reparación simbólica puede ser a través del arte, del lenguaje o de las imágenes, en especifico me refiero al cine como una forma de satisfacción de las víctimas, en razón de que ésta es una herramienta que puede ser muy poderosa debido a la magnitud que puede proyectar una película o documental, pues en ellas se refleja lo cruel que pudieron ser los hechos al recrear los eventos.

The Pinochet Case”,La Nostalgia de la Luz” y “La Batalla de Chile” son filmes de Patricio Guzmán que bajo la tesitura del derecho a la memoria son claros ejemplos de una forma estética y eficaz para hacer un recuerdo a las víctimas. En estos tres documentales se pueden ver como fueron los hechos que sucedieron en la dictadura militar chilena.

Como todos sabemos, lamentablemente Chile vivió una de las dictaduras militares más feroces de la humanidad, pero gracias a la fuerza del pueblo chileno y a la presión internacional Chile pudo salir de esta dictadura para implementar la tan ansiada democracia.

En el documental “The Pinochet Case” y en especial en “La Batalla de Chile” se narran los albores de la dictadura militar chilena. El régimen autoritario inició el 11 de septiembre de 1973, debido a que el gobierno constitucional del presidente Salvador Allende es derrocado por un coup d'État, dirigido por una Junta Militar del ejército, la marina, la fuerza aérea y los carabineros de Chile. El general del ejército Augusto Pinochet asume el poder dando inicio a la represión, y a la persecución militar contra los partidarios del régimen anterior, y con ello el movimiento popular comenzó de inmediato.2

Los primeros enfrentamientos entre fuerzas armadas y partidarios del gobierno de la Unidad Popular se produjeron en diversos puntos del país, en especial en los grandes centros urbanos. En Santiago, en el Palacio Presidencial, se encontraban en ese momento el presidente, ministros y colaboradores quienes fueron rodeados y atacados por tropas del ejército con unidades de tanques. Las fuerzas armadas exigieron la rendición incondicional del gobierno del presidente Allende y al no conseguir dichos objetivos “La Moneda” es bombardeada por aviones de la fuerza aérea (FACH).

Después del bombardeo y de la muerte de Allende son detenidos los sobrevivientes. Algunos fueron ejecutados ahí, otros pasarán a engrosar las listas de "detenidos no reconocidos" los que, con el correr del tiempo, serian conocidos como los "detenidos-desaparecidos".

Posteriormente, con el control político y militar absoluto de la situación, sin resistencia masiva u organizada, se desencadenó una represión y persecución en contra del movimiento popular sin parangón en la historia de Chile. De inmediato, las nuevas autoridades tomaron medidas represivas para consolidar el golpe de Estado y legitimarse en el poder. Esto es brevemente algunos de los hechos que se pueden observar en los documentales de Patricio Guzmán, que nos ponen al tanto de las violaciones que existieron en la dictadura.

Por otro lado la película “No” dirigida por Pablo Larraín y protagonizada por  Gael García Bernal nos muestra como culminó la dictadura chilena con el plebiscito de 1988 con el que los chilenos saldrían a votar por dos opciones, el Sí por la continuación de Pinochet en la presidencia de Chile y el No, que terminaría con la dictadura y el regreso de la democracia.

La película nos narra como es que la franja publicitaria en televisión fue decisiva para el triunfo de la opción No en el plebiscito. La campaña tenía como objetivo mostrar la opción del No como alternativa válida para enfrentarse a Pinochet, que encabezaba la opción del Sí.

Cuando el dictador militar Pinochet, al verse presionado por la comunidad internacional, convoca un plebiscito ciudadano en torno a su permanencia en el poder, los líderes de la oposición persuaden a un atrevido y joven creativo de publicidad, René Saavedra para que encabece su campaña. Con recursos limitados y bajo el constante escrutinio de los vigilantes del déspota, Saavedra y su equipo conciben un audaz plan para ganar la elección y liberar a su país de la opresión.

En el plebiscito, llevado a cabo el 5 de octubre de 1988, venció la oposición: del total de votos escrutados, el Sí obtuvo el 43,01 % y el No, el 54,71 %.6. Conforme a las disposiciones transitorias de la Constitución, este triunfo implicó la convocatoria de elecciones democráticas conjuntas de presidente y parlamentarios al año siguiente, que conducirían tanto al fin de la dictadura como al comienzo del periodo llamado transición a la democracia el 11 de marzo de 1990.

Podemos observar como a lo largo de estas cuatro cintas, se pretende mostrar al mundo los sucesos que tuvo que sufrir y padecer el pueblo chileno. Afortunadamente Chile cambió su forma de gobierno y modificó con la voluntad de su pueblo el régimen dictatorial por el democrático, sin embargo las cicatrices y daños que dejo la dictadura siguen perdurando en el colectivo. Hay actores sociales, políticos y jurídicos que tratan de resarcir esos daños, el hecho de que los sangrientos dictadores sean llevados a juicio como se ve en la cinta “The Pinochet Case” resulta un afán bastante común para las nuevas generaciones que son consientes de estos abusos que vivieron sus abuelos o padres, el clamar por justicia es un deseo que es fuerte, y constante en el pueblo, esto es algo que debe seguir, para que deje de ser inusual y se convierta en lo común.

Han pasado más de 40 años desde aquel fatídico 11 de septiembre de 1973 en el que el Ejército chileno, comandado por el general Augusto Pinochet, derrocó, mediante un golpe de Estado, al gobierno democrático y legítimo de Salvador Allende, instaurando la Junta Militar, inicialmente compuesta por José Toribio Merino de la Armada, Gustavo Leigh de la Fuerza Aérea, y César Mendoza de los Carabineros.

Tal suceso, con el que Pinochet pretendía “liberar al país del yugo marxista”, supuso la llegada del neoliberalismo económico a Chile y, por ende, la progresiva pérdida de la democracia real, que desde entonces parece no haber logrado encontrar el camino de regreso a casa, sino que, en su lugar, se ha perdido en un mundo económicamente globalizado.3 A pesar de que han transcurrido más de cuatro décadas desde aquel hecho histórico, la memoria del pueblo chileno no olvida todas las trasgresiones a los derechos humanos que se vivieron en ese periodo, en especial las mujeres chilenas no pueden perdonar ni olvidar, como se muestra en los documentales de Patricio Guzmán en los que se exponen distintas entrevistas de las mujeres que fueron presas políticas y violadas o de madres y esposas que por muchos años esperaron a sus hijos y esposos.4 Debido a todas las atrocidades que se dieron a raíz de la dictadura chilena han salido a la luz documentales, películas, libros, entre otras cosas, para hacer perdurar la memoria de la gente, no sólo en Chile, sino en todo el mundo.

Estas cuatro cintas son una muestra evidente y palpitante de la reparación simbólica en el caso chileno, aunado a lo trascendente que puede ser el cine para la salvaguarda de ideas con compromiso social, sin dejar a un lado la belleza y estética del arte.

El derecho a la memoria es una prerrogativa de tipo colectivo, pues los pueblos y comunidades deben tener la opción de sembrar y conservar su memoria histórica. Más aún en la actualidad, cuando esta opción se presenta, ante los efectos más negativos de la globalización (los procesos que tienden a masificar y homogenizar las culturas locales a través del mercado) como una forma de resistencia y de búsqueda de caminos alternativos de desarrollo.5

En definitiva podemos concluir que el alzar la voz y exigir los derechos debe ser “Panem nostrum quotidianum”.

NOTAS:
1. Gómez Isa, Felipe, El derecho a la memoria, Alberdania, 2006, 623 pp.
2. Delgado, Iván, Impunidad y derecho a la memoria: De Pinochet a Timor, Sequitur, 2006, 190 pp.
3. Arrizabalo Montolo, Xabier, Milagro o quimera: la economía chilena durante la dictadura, libros de la Catarata, 1999, 319 pp.
4. Valdés, Teresa, Las mujeres y la dictadura militar en Chile, FLACSO, 1987, 50 pp.
5. Cepeda Castro, Iván y Girón Ortiz, Claudia, El Derecho a la memoria, Fundación Manuel Cepeda Vargas.