En el bicentenario de la restauración de la Compañía de Jesús.
Los  jesuitas mexicanos en las aulas. (1962-1972)

Publicado el 9 de abril de 2014

Alfonso Guillén Vicente
Profesor-Investigador de la Universidad Autónoma de Baja California Sur, egresado del ITESO y del Instituto Cultural Tampico, a cargo de la Compañía de Jesús
aguillenvic@gmail.com

El título del trabajo no significa, desde luego, que la labor educativa de los discípulos de San Ignacio de Loyola en México se limite a lo impartido en los salones de clase. Obviamente, tampoco es un comentario que ponga en el centro del debate la actividad de algunos miembros de la Orden en el ámbito de lo social, pero no desconoce el importante papel que han jugado, en el México contemporáneo, aquellas organizaciones impulsadas por jesuitas que se han destacado en la promoción y defensa de los Derechos Humanos, en el más amplio y generoso significado del término.

Aunque en un momento dado la tarea educativa de la Compañía de Jesús haya sido vista después del Concilio Vaticano II, por lo menos por algunos detractores y uno que otro simpatizante, como contrapuesta a un compromiso más decidido por las causas de los menos favorecidos, tengo para mí que la presencia de los jesuitas en las aulas, y desde luego, en las universitarias, es una condición sine qua non  de su ser, si se me permite la expresión. Y vista a la distancia es uno de los activos más valiosos de la Orden, desde la propia óptica de los valores impulsados por los vientos conciliares. Dicho esto sin demeritar la labor de aquellos que optaron por dejar a un lado la docencia para insertarse en la vida de aquellos barrios o pueblos que buscaron elevar en su calidad de vida.

En la exploración de las repercusiones del citado Concilio en los jesuitas mexicanos destaca el trabajo de la Doctora María Luisa Aspe Armella, del Departamento de Historia de la Ibero. En su trabajo de 2007, aparecido en la revista Historia y Grafía, de la propia Universidad Iberoamericana, ha puesto de relevancia la publicación “Pulgas”, órgano de comunicación interna de la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús, en el análisis de las contradicciones que se encontraron en la base de la crisis de identidad que algunas y algunos estudiosos apreciaron en muchos jesuitas en las décadas de los sesentas y setentas.1

Sobre este punto volveré más adelante, pero aquí apuntaré que las opiniones vertidas en “Pulgas” en manera alguna afectaron el trabajo docente de los jesuitas mexicanos.  Desde mi óptica, dichos puntos de vista forman parte del propio carácter plural de la institución formada por San Ignacio de Loyola y me consta que no traspasaron los dinteles de las casas ignacianas en nuestro país.

No niego que en esas cruciales décadas del siglo XX haya existido, por parte de los superiores de la Orden, lo que Aspe Armella ha denominado “estrategia unificadora” para enfrentar lo que se considera una “crisis de larga duración” en la comunidad jesuítica;  pero lo que ha llamado “coexistencia de identidades múltiples e históricas” es, para mí, una de las riquezas de la Compañía y no una debilidad.  En todo caso, la propia especialista de la Iberoamericana ha explicado este fenómeno a partir de la “espiritualidad, pedagogía y formación de la Compañía de Jesús”, basada en los Ejercicios Espirituales ignacianos, en una entrevista concedida a un medio de la Fundación Preciado Hernández del Partido Acción Nacional.2

En el ensayo que aquí comentamos, escribe María Luisa Aspe que, aunque “es lugar común… la afirmación de que el Concilio influyó decisivamente en los cambios operados al interior de la Compañía de Jesús”, “en el caso de la Provincia Mexicana, habría que matizar tal influencia”,  basada precisamente en la lectura de “Pulgas”, de la que se infiere cierta autorreferencia jesuita”.3 Por el contrario, en el desempeño de los jesuitas que estuvieron en las instituciones de mi formación no aprecie que dicha autorreferencia se situara por encima del pensamiento Conciliar.

En cambio, coincido con la profesora Aspe en que “la propuesta de Aggiornamiento de Juan XXIII, (ubicado ya en el Santoral de la Iglesia Católica) de apertura de la Iglesia al mundo moderno y la noción de Iglesia de los pobres tendrían eco durante mucho tiempo en suelo mexicano”.4

Lo que me parece otro aspecto relevante de este ensayo de la catedrática de la Ibero, y una verdadera aportación para explicar lo que le sucedió a la  Compañía de Jesús en esos años, es el señalamiento de “el decaimiento de ánimo y la desolación” de muchos discípulos de la Casa Loyola, problema al que el Padre Arrupe, entonces Superior de la Orden, “responsabilizaba de la deserción de jesuitas”, en su alocución de noviembre de 1966.5

Al año siguiente, en mayo de 1967, el Provincial mexicano, Enrique Gutiérrez Martín del Campo, convocó a jesuitas de las Provincias del Sur y del Norte del país. Ahí arribaron a algunas conclusiones muy importantes, conocidas al exterior por el análisis de Aspe Armella sobre la publicación “Pulgas”, que dejan ver algunas de las probables causas de la deserción de aquellos que habían decidido seguir su vocación religiosa en el espíritu ignaciano y retornaron a la vida seglar. Cuando se listaron los problemas de la vida moderna que impactaban la consagración al sacerdocio, aparecieron temas como la “devaluación de lo sobrenatural”; las “dificultades para la vida de castidad”; la “tendencia a eliminar los niveles de autoridad”; y el “intento de compaginar las ventajas de la vida seglar (con la) consagración”.6

Las conclusiones de esa reunión de los jesuitas mexicanos de 1967 también identificaron con precisión los riesgos que acarreaba la falta de solución de las contradicciones entre la vida moderna y su apostolado. De esos riesgos apuntados sobresalían, entre otros, la “insatisfacción por la falta de realización dentro de la Compañía” y la “decepción al constatar que la vida espiritual no tiene repercusiones apostólicas”.7

En mi opinión, de las tensiones generadas por dichas contradicciones y peligros dio cuenta fiel el medio de comunicación interna “Pulgas”, y basada en ello la investigadora Aspe Armella llegó a plantear “una hipótesis que no había considerado antes. La Compañía de Jesús experimentó una severa crisis de identidad institucional”.8 Que para mí significó una plataforma para el relanzamiento de la Orden.

La reunión de la Conferencia del Episcopado Latinoamericano de Medellín, Colombia, en agosto-septiembre de 1968, cuyo tema central fue “La Iglesia en la actual transformación de América Latina, a la luz del Concilio Vaticano II”,9 provocó más tensiones, pero tuvo la virtud de orientar claramente el pensamiento y la acción de la Compañía de Jesús en la Ibero y el ITESO, lo mismo que en sus colegios de Puebla, León,  Torreón, Guadalajara y Tampico, siempre dentro del respeto a todas las corrientes del pensamiento, en una época caracterizada apropiadamente por Fernando M. González como “la hora de las radicalizaciones ideológicas más extremas (donde)… ya no hubo espacio para quienes, si bien criticaban las injusticias e inequidades del sistema capitalista… en ningún momento propugnaron la guerrilla ni el socialismo”.10

El inicio de la década de los setentas trae a los jesuitas de nuestro país, por una parte, la continuación de las dificultades para mantener el número de sus integrantes y la cantidad de sus novicios, además de los retos planteados por la Teología de la Liberación11; pero también permite la consolidación de su importante tarea universitaria en la capital del país y en Guadalajara, con una pluralidad y una apertura que otras instituciones de educación superior privadas prestigiadas no estuvieron en condiciones de ofrecer, como la Universidad Autónoma de Guadalajara a partir de 1958, y el Tecnológico de Monterrey desde 1968-1969,12 por la radicalización de las posturas en algunas corrientes católicas y en las dirigencias empresariales.

NOTAS:
1. María Luisa Aspe Armella, “Las repercusiones del Concilio y  de la apertura de la Iglesia y de la Compañía al mundo, en la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús (Pulgas: julio 1967- noviembre 1969).  Historia y Grafía, número 29, 2007, pp. 131-163, Universidad Iberoamericana, Departamento de Historia, México.
www.redalyc.org.
2. Realizada por Armando Reyes Vigueras para Bien Común.
3. María Luisa Aspe Armella, Op. Cit.
4. Ibidem, p.147.
5. Idem.
6. María Luisa Aspe, Op. Cit., p.140.
7. Idem.
8. Aspe Armella, María Luisa, en Historia y Grafía, número 29, 2007, México, UIA,p. 134.
9. Ibidem, p. 154.
10. “Algunos grupos radicales de izquierda y de derecha con influencia católica en México. (1965-1975), Historia y Grafía, número 29, 2007, Universidad Iberoamericana, México, p.73.
11. Véase: MalikTaharChaouch, “La Compañía de Jesús y la Teología de la liberación: convergencias y divisiones sociopolíticas del catolicismo contemporáneo en América Latina”, Historia y Grafía, número 29, 2007, Universidad Iberoamericana, México, pp. 95-129.
12. Fernando M. González, Op.Cit., pp. 66-67 y 70.