Afrontemos el desplazamiento*

Publicado el 7 de mayo de 2014

José Ramón Cossío D.
Ministro de la Suprema Corte de Justicia
@JRCossio
jramoncd@scjn.gob.mx

En diciembre del año pasado publiqué en este espacio el artículo Nuestros desplazados. En él traté de llamar la atención sobre la situación jurídica de quienes por conflictos armados, violencia, desastres naturales o persecuciones, principalmente, se ven forzados a abandonar sus hogares sin dejar de vivir en nuestro país. Igualmente, proporcioné los datos del número de personas que se encuentran en tal condición, tomados de los trabajos de Laura Rubio (ITAM) y el Norwegian Refugee Council. Para finalizar señalé la necesidad de establecer medidas jurídicas eficaces para impedir la violación de los derechos humanos de quienes ya han sido desplazados y de quienes podrían llegar a serlo, a partir de la reflexión ordenada sobre el fenómeno, sus causas y efectos.

Hace unos días el senador Robledo me hizo llegar el libro El desplazamiento interno forzado en México. Un acercamiento para su reflexión y análisis, coordinado por Oscar Torrens y publicado por el CIESAS, el Senado y El Colegio de Sonora en 2013. Presentación, prólogo e introducción aparte, el libro se compone de 8 estudios. En ellos se considera el fenómeno del desplazamiento a partir de diversos ejes, en buena medida concurrentes. En cuanto al ámbito espacial, primordialmente se analiza lo ocurrido en Chiapas, Oaxaca y Sonora, aun cuando con motivo de la llamada “guerra contra el narco”, se alude a la situación prevaleciente en el Occidente y Noreste del país. Sobre esta geografía se identifican algunas causas generadoras de los desplazamientos, destacando las “guerras” por el levantamiento del EZLN y “contra el narco”, ciertos proyectos de urbanización forzada, la construcción de algunas presas y conflictos religiosos. Correlacionados con los temas geográficos y causales, algunos artículos identifican como clases de sujetos especialmente afectados, a mujeres, niños e indígenas.

Los planos transversales que siguen los autores en sus análisis muestran la complejidad de los fenómenos de desplazamiento forzado interno. Chiapas, la “guerra” y la condición de madre o simplemente de mujer, son desafortunadas condiciones para verse forzadas a abandonar el hogar. También lo son Sonora (o Michoacán) y la “guerra contra el narco”, o Oaxaca, la construcción de una presa y la pertenencia a una etnia. Sin haber una causalidad directa o una linealidad explicativa, es posible advertir “condiciones propiciatorias” para verse en riesgo de ser desplazado. Creo que este es uno de los méritos del libro que comento. A partir de esta conclusión, me parece que hay 2 tipos de acciones públicas a tomar, desde luego mediante las correspondientes formas jurídicas.

El primero de ellos, de carácter preventivo, debiera darse identificando los factores generales que pueden llevar al desplazamiento. Más allá de lo agraviante que puedan resultar y sin que por ello no deban existir acciones públicas para remediarlas, puede ser que algunas condiciones sociales no generen por sí mismas desplazamiento forzado. Si, como parece ser, lo que genera esta desesperada acción es la concurrencia de varios factores, lo relevante es desactivar uno o varios a fin de evitar que segmentos cada vez más amplios de la población vayan por ese camino.

El segundo tipo de acción pública es remedial. Dado que el desplazamiento forzado es en sí mismo violatorio de derechos humanos, es preciso corregir las situaciones de quienes ya están desplazados y sufren los efectos. En la Introducción al libro, Torrens describe: “En casi todos los casos el desplazado forzoso por conflicto interno sufre desprecio y es estigmatizado como  ‘subversivo’ o ‘de izquierda’, o ‘delincuente’, o como aquel que llega a disputar espacios, recursos, empleo por lo que el desplazado interno se convierte en desterrado, siendo el conjunto de mujeres, niños y adultos mayores el grupo más numerosos y vulnerable. Los primeros efectos negativos de la migración forzada es que los grupos o individuos huyen con escasos bienes, si es que hay oportunidad de hacerlo, y el vacío de la documentación (porque la destruyen, la olvidan, o la pierden) los deja sin identidad, con pocas posibilidades de ejercer sus derechos. Por lo normal, quien se ha desplazado involuntariamente y de manera forzada no tiene acceso a los servicios básicos ni a ciertos apoyos gubernamentales, por no mencionar la pérdida de sus bienes. El desarraigo, el sentimiento de frustración, desarticulación familiar, pocas posibilidades para la reparación de daños o indemnizaciones se suman a las dificultades para acceder a la justicia”.

El libro El desplazamiento interno forzado en México tiene la importancia de hablar bien de un tema del que poco se habla entre nosotros. Tiene también la virtud de explicar el modo como en ciertas regiones, diversas causas han afectado a un número considerable de personas en el goce más básico de sus derechos. Ni la mera publicación de él ni sus interesantes explicaciones son, sin embargo, suficientes para comenzar siquiera a resolverlo. El único modo de hacerlo ahora cuando el problema no tiene las desafortunadas magnitudes  (como en Colombia, por ejemplo) es, desde luego, tomándose en serio el problema para hallar las mejores formas de eliminarlo o, al menos, paliarlo lo más y mejor posible, además de prevenirlo. Ello no será posible si no se hace desde la empatía hacia quienes, entre nosotros, han perdido casi todo, tal como este libro nos muestra.

NOTAS:
* Se reproduce con autorización del autor, publicado en El Universal, el 18 de marzo de 2014