De política y religión en la izquierda mexicana

Publicado el 20 de junio de 2014

Alfonso Guillén Vicente
Profesor-Investigador de la Universidad Autónoma de Baja California Sur
aguillenvic@gmail.com

La participación de una organización obrera de inspiración católica, el Frente Auténtico del Trabajo, en el surgimiento del Comité Nacional de Auscultación y Coordinación (CNAC) puede que sea el primer contacto de los católicos con un nuevo organismo político  que “sume los esfuerzos, constantes pero dispersos, de quienes luchan por la independencia económica, la justicia social y la libertad política de México”, tal como Demetrio Vallejo, Octavio Paz, Luis Villoro, Carlos Fuentes y Heberto Castillo lo plantearon en septiembre de 1971.

Hasta entonces, algunos laicos y sacerdotes se habían pronunciado por una opción de izquierda en nuestro país con su inserción en comunidades y barrios populares, señaladamente desde finales de 1969,  con la idea de que había que unirse al pueblo pero sin militar en algún partido político.  Esto último porque la principal organización política de izquierda, el Partido Comunista Mexicano, se debatió, durante la década de 1960, entre las rupturas y las consecuencias de su XIII Congreso.1

Los comunistas mexicanos perdieron la posibilidad real de captar la atención de los católicos progresistas a mediados de 1971, cuando los primeros sostuvieron debates con el grupo que encabezaban Carlos Fuentes, Octavio Paz y Heberto Castillo, porque éstos “parecieron ser frontales. No se deslindó entre la búsqueda de posiciones comunes y el deslinde propio de los grupos actuantes.”2

Los sucesos del Jueves de Corpus de 1971 ocasionaron lo que parece ser un parte aguas en la actuación política de la izquierda mexicana: la opción armada.  Y tengo para mí que entre los católicos progresistas operó la misma división que sacudió al Partido Comunista Mexicano frente a la formación de “grupos guerrilleros con una dinámica militarista, que partían de la concepción de que las condiciones para la revolución ya estaban dadas, ya habían madurado”.3

Fernando M. González, en su trabajo: “Algunos grupos radicales de izquierda y de derecha con influencia católica en México”, publicado en la revista Historia y Grafía de la Universidad Iberoamericana en 2007, ha apuntado que “cuando aparece, hacia 1971, la opción armada”, “silenciosa, pero contundentemente para (la) minoría de católicos en vías de radicalización, un muro que hasta mediados de los años sesenta parecía infranqueable comienza de modo literal a disolverse. Me refiero al que se interponía y separaba limpiamente a cristianos y marxistas, a los hijos de la trascendencia y a los materialistas dialécticos.  Creer o no en Dios dejó de ser un obstáculo serio; lo importante comenzó a ser el compromiso con los pobres y con el “pueblo”…”

Y aquí es inevitable referirse al papel de la Teología de la Liberación en la toma de posición de esos católicos progresistas.  En ese sentido, en mi opinión hay que subrayar una diferencia fundamental entre las corrientes de esa escuela que se movieron en México y las que aparecieron en América del Sur.  En estas últimas, las sudamericanas, es evidente la importante presencia de movimientos sociales vinculados a partidos políticos de izquierda; fenómeno ausente en nuestro país en aquella época por el enorme peso del partido dominante, el Revolucionario Institucional, y la falta de registro legal para los comunistas, con sus diversas tendencias.

En Argentina, por ejemplo, una Teología de la Liberación de corte popular aparece en el seno del movimiento peronista, que había sido  gobierno con amplia base social con un retorno al poder en 1973; y que al dejar paso a la dictadura militar se manifiesta en el grupo guerrillero Montoneros, en una lucha reivindicatoria de lo que consideraron el verdadero peronismo.

En el caso chileno, el Instituto Latinoamericano de Doctrina y Estudios Sociales, fue el teatro del enfrentamiento entre los partidarios y los antagonistas de la Teología de la Liberación. Según el especialista Malik Tahar Chaouch4, con una fuerte discusión entre los “desarrollistas” y los “liberacionistas”; pues el contenido del discurso político de estos últimos se acercó a la denominada Teoría de la Dependencia, entonces de moda para explicar los derroteros de América Latina.

Finalmente, los católicos que se pronunciaron por la citada Teología de la Liberación tomaron partido por el Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU), nacido en 1969 de la ruptura entre la Democracia Cristiana y su ala izquierda, e integrante del gobierno de Unidad Popular de Salvador Allende. Ahí estaba un grupo católico y una doctrina, pero ligados a un fenómeno de masas.

En México, en cambio, por lo que ya señalé, el esfuerzo de   hacer coincidir  la Biblia con el marxismo, que proponían algunos católicos inscritos en la Teología de la Liberación, coincidió en los objetivos aunque no en el método5 con  una opción político-militar carente de base popular, la Liga Comunista 23 de Septiembre. Esta última  proponía insertarse en el pueblo  para concientizarlo, politizarlo, y en suma  liberarlo del control político en un plazo perentorio, mediante un esfuerzo titánico que doblegara  la fuerza del  Estado mexicano,  Una lucha cuestionable por lo que Fernando M. González llamó “una relación posible –aunque paradójica- entre los medios –secuestros, robos a empresas (eufemísticamente llamadas expropiaciones), asesinatos (denominados ajusticiamientos), volanteos exprés de propaganda revolucionaria para educar al pueblo y enfrentamientos con la policía y el ejército- y el fin –la transformación radical de estructuras-“. 6

Para la Liga Comunista 23 de Septiembre vale lo que Jean Meyer señaló de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa y su participación en el conflicto cristero:

“La Liga no estaba preparada… para este trabajo en profundidad  de militancia oscura. Prefirió la guerra… por facilidad, por deseo de ir de prisa, por incapacidad para obrar de otro modo.  Voluntarismo, desprecio a las masas, se encuentran igualmente entre los ligueros que entre sus primos los callistas.  Y finalmente, el recurso universal a la fuerza”.7

NOTAS:
1. Octavio Rodríguez Araujo, La reforma política y los partidos en México, Siglo XXI Editores, 12ª edición, p. 97.
2. Ibidem, p.98.
3. Idem.
4. “La Compañía de Jesús y la teología de la liberación: convergencias y divisiones sociopolíticas del catolicismo contemporáneo en América Latina”, en Historia y Grafíano.29, UIA, 2007, pp. 101-103.
5. Malik Tahar Chaouch, “Una expresión cristiana del radicalismo sociopolítico en América Latina: la teología de la liberación entre cruzada antisacrificial y sacrificio crístico”, en Cruzadas Seculares,  Marco Estrada y Gilles Bataillon (editores), El Colegio de México, 2012, pp. 38 y 39.
6. Fernando M. González,“Algunos grupos radicales de izquierda y de derecha con influencia católica en México”, Historia y Grafía, número 29, Universidad Iberoamericana, 2007, p. 80.
7. Jean Meyer, La Cristiada, Volumen 1, Siglo XXI Editores, varias ediciones, p. 62.