El triunfo de la existencia

Publicado el 4 de septiembre de 2014

Ricardo Méndez-Silva
Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM
rmendezsilva@gmail.com

El 12 de agosto de 2014 se cumplió el cincuenta aniversario del fallecimiento de Isidro Fabela. Fue uno de los prohombres del Siglo XX mexicano. Su vida transcurrió siguiendo una línea de episodios azarosos y realizaciones llenas de ventura. Acompañó al movimiento  de Francisco I Madero en contra de la dictadura de Porfirio Díaz, fue luego diputado de la famosa Cámara Maderista. El 1º de mayo de 1913 pronunció un discurso en la Casa del Obrero Mundial antecedente del pensamiento de avanzada social a favor de los trabajadores que quedó plasmado en la Constitución de 1917. Huyó de la Ciudad de México tras los asesinatos de Madero y Pino Suárez a fin de ponerse a salvo de la represión de Victoriano Huerta que lo tenía en su mira homicida. Acudió ante Venustiano Carranza que levantó la bandera de la dignidad y, bajo sus órdenes, ocupó la Oficialía Mayor, encargado de la Secretaría de Relaciones Exteriores del Gobierno Constitucionalista. En tal cargo intervino en varios asuntos complicados de los años revolucionarios como la invasión de los Estados Unidos a Veracruz en 1914. Acudió a varios países europeos en misión oficial durante la Primera Guerra Mundial.

Tratadista como era, escribió en 1919 su célebre libro Estados Unidos contra la Libertad, obra que le granjearía recelos de la potencia norteña. Lejos de la patria recibió la noticia del asesinato de Venustiano Carranza, ocurrido el 21 de mayo de 1920, y consecuencia del Plan de Agua Prieta que lo desconoció como titular del Ejecutivo Federal. Hombre de principios, se negó a reconocer al régimen golpista. Siguió una etapa de  alejamiento de la vida pública hasta 1937 cuando el Presidente Lázaro Cárdenas lo llamó para que ocupara la representación de México en la Sociedad de las Naciones. Vaya puntería histórica, militó en tres de los grandes proyectos fundacionales del México del Siglo XX, los de Madero, Carranza y Cárdenas.

En la Sociedad de las Naciones levantó la voz en defensa de la España republicana, avasallada por la intervención de Alemania e Italia en obsequio del levantamiento franquista. La posición de México y de Cárdenas brilló también en los casos de Etiopía, China, Austria y Checoslovaquia. Páginas sublimes de la política exterior mexicana se escribieron en esos años convulsos y de premoniciones fatales. Sobresale en Fabela no solo la lealtad a los principios del Pacto de la Sociedad de las Naciones y la solidaridad con los pueblos invadidos sino la clarividencia del ilustre diplomático. Ante la política consecuente de las potencias europeas que dejaban hacer y deshacer al nazi-fascismo, lanzó una clarinada por  el intento de evitar una guerra a través de la inacción: dijo “¿No sería más justo decir que se prolongó en España y se aplazó en Europa?”. Advertencia semejante emitió en el caso de Austria.

De regreso a México, a instancias del presidente Ávila Camacho, ocupó la gubernatura del Estado de México, su labor y firmeza acabaron con los grupúsculos que asolaban a la entidad y, paralelamente, sembró los cimientos de su prosperidad. Una vez concluida su gestión gubernamental, el mismo mandatario le ofreció un escaño en el Senado pero sus antiguas andanzas de diplomático rendían frutos, su nombre se manejaba en los medios internacionales para acceder al cargo de Juez en la Corte Internacional de Justicia en el despertar de las Naciones Unidas. Declinó el ofrecimiento pero recomendó a un joven intelectual en su lugar que resultó muy avispado para la política: Adolfo López Mateos.

Más que los logros objetivos de una trayectoria, importa detectar la turbina existencial que mueve a una persona. En el caso de Isidro Fabela fue el trabajo incesante, los ideales de honestidad y de servicio, su pasión por la cultura, el amor a México, su apego indeclinable a las causas justas y su generosidad sin límite. De ello da fe un pasaje emotivo. Europa se precipitaba en el abismo de la Segunda Guerra Mundial. Durante su regreso a México  vio en una estación de ferrocarril en Francia a una marejada doliente de españoles que escapaban de la debacle republicana y del enseñoramiento de la dictadura franquista. Entre la multitud divisó a dos hermanitos, un niño y una niña que deambulaban abandonados, bajó del tren, los rescató, y fueron para siempre sus hijos y los de su esposa Josefina. Ambos les dieron el pan de su mesa y los cubrieron con el abrigo de su espíritu.

Su desprendimiento puede apreciarse de modo material en la Plaza de San Jacinto, San Ángel. Ahí se encuentra la Casa del Risco, maravillosa casona del Sigo XVII que donó al pueblo de México, dato que se encumbra en contraste con la voracidad de tantos funcionarios y políticos que ordeñan al erario público con desenfado criminal. Entregó su casa poblada de un sinfín de objetos valiosos, pinturas, esculturas, tapices, muebles que dan vida hoy a un museo fascinante. La biblioteca recibe día tras día a estudiantes, profesionistas y público en general.

Otro inolvidable y querido personaje, Fedro Guillén, escribió el libro Fabela y su Tiempo que, en mi calidad de Director de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, tuve el privilegio de publicar en 1989. Cuenta el autor que Don Isidro Fabela se encontraba en Londres a principios de 1946 en la antesala de la elección de los jueces de la Corte Internacional de Justicia. Los Estados Unidos y el Reino Unido de la Gran Bretaña no escondían su animadversión contra el autor del libro “Los Estados Unidos contra la Libertad”. Con mucha incertidumbre embarcó de regreso en el buque Mauritania, adaptado todavía a las necesidades de la conflagración recién concluida. Un equis día se encontraba en la cubierta, perdida su imaginación en medio del océano, cuando le fue entregado un cable remitido por la embajada de México en Londres. La misiva se reducía a dos palabras triunfales: “Todo Ganado”.

Falleció, como queda dicho, en la madrugada del 12 de agosto de 1964. Fedro Guillén escribió: “Murió durante el sueño, forma ideal de despedirse del mundo. O sea, un sueño se une a otro, entre himnos que solo escucha quien cruza la última frontera; sin dolores, como corresponde a vidas que han sembrado la paz y la llevan consigo.”

A su hijo Daniel, uno de los dos niños que recogió en España, le escribió una carta con motivo de su casamiento, en ella brilla una frase que parece describir en plenitud al propio Isidro Fabela: “La existencia es un triunfo de todos los instantes”.