No memes

Publicado el 4 de noviembre de 2014

Julio Téllez Valdés
Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM
jurismatica@yahoo.com

Existe una posibilidad muy alta de que al escuchar la palabra “meme”, la  relacionemos con las imágenes -algunas divertidas, otras ofensivas- que nos encontramos en la red y que, por consiguiente,  supongamos que son un producto más de esta era digital. Los “memes”, sin embargo, siempre han existido. Un “meme” es una idea que se replica, que se propaga por nuestra mente, como si fuera un virus. En este momento, por ejemplo, escribo porque alguien más ha escrito y su ejemplo me ha parecido provechoso para mi persona. Escribo, también, porque es una forma de externalizar mis pensamientos, lo sé porque alguien más ya lo ha hecho, así que me siento con la “libertad” de hacerlo.

Para entrar en contexto, quien acuño el término “meme” fue el divulgador científico británico Richard Dawkins, allá por el año de 1976. En su teoría, Dawkins resaltaba la función propagadora de los memes. Los memes, según el autor británico, saltan de un cerebro a otro mediante un proceso que puede llamarse imitación. Sin duda, las ideas y la música son los mejores ejemplos de memes. Posiblemente usted está leyendo bajo la justificación de que quiere saber más; no obstante, me atrevería a decir que lo hace por imitación. Seguramente vió o supo de alguién que, al igual que usted, disfruta de la lectura y del análisis.

Desde el mirador de la memética podríamos ver todas nuestras acciones como replicas de lo que alguien más ya hizo. Tal y como si se tratará de una cadena de mensajes en donde el remitente le pide a usted, destinario, enviar a todos los contactos que tenga el mismo mensaje. Daniel Dennet, filósofo estadounidense, tuvo a bien decir lo siguiente: “No sé nada de ti, pero en principio no me siento atraído por la idea de que mi cerebro es como un montón de estiércol en el que se renuevan las larvas de las ideas de otros individuos, antes de enviar copias de ellas mimas en una especie de diáspora de la información [...] ¿Quien manda, según esta visión, nosotros o nuestros memes?”1. Si quiere saber mi opinión, me aterra creer que mis actos no son del todo producto de mi autonomía.

Ahora bien, cabe la siguiente reflexión. Si en verdad, como lo supone Dawkins, nuestros cerebros son las computadoras en donde viven los memes, ¿podríamos decir que nuestro presente como sociedad no es sino una copia de lo que alguien más ya había hecho? Algo así como vivir lo ya vivido, una vida en la que únicamente cambian los jugadores, pues el juego sigue siendo el mismo.  Podríamos creer, entonces, que toda la violencia que sucumbe en estos momentos a nuestro país es producto de individuos que se han dispuesto a replicar comportamientos. Los jóvenes que se enrolan en el narcotráfico no son sino imitadores de acciones con una limitada capacidad de reflexión. Actúan destructivamente, no por una verdadera convicción, sino porque han visto que otras personas lo hacen como si fuera algo correcto.

Si no somos del todo libres, por qué seguimos actuando como si lo fuéramos.  Los “memes”, muy posiblemente, han ofuscado a nuestra mente. Somos, en efecto, seres inconscientes de lo que hacemos. Los bits de información que nuestra mente procesa no son en realidad nuestros. La idea de dios, la ciencia, la violencia, el amor, el odio, etcétera, son replicaciones que se han venido haciendo a lo largo de la historia. Quienes se consideran oprimidos replican una idea de sus antepasados, quienes se consideran represores siguen el mismo círculo. El problema, vuelvo a recalcarlo, está en que ninguno de ellos es consciente. La solución, según Susan Blackmore2, consiste en despertar del sueño meme a través de la meditación y el autoconocimiento. La pregunta obligada ¿Cuántos de nosotros lo hemos hecho?.

NOTAS:
1. Dennet, Daniel C. ,Darwin's Dangerous Idea, citado por Gleick, James, “La Información, historia y realidad”, España, Crítica, 2012. p. 322.
2. Ver “The meme machine” , Susan Blackmore, Oxford University Press, 1999.