Privacidad en Redes Sociales

Publicado el 4 de noviembre de 2014 Julio Téllez Valdés Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM jurismatica@yahoo.com

“Privacy –like eating and breathing- is one of life´s basic requirements” [Privacidad –como comer y respirar- es un requisito básico de la vida] Katherine Neville.

Vivimos en una sociedad transparente. Quienes son usuarios asiduos de distintas redes como Facebook, Twitter o Instagram son los primeros en vivir de lleno en esta nueva configuración social. En este nuevo constructo de la sociedad comienza a normalizarse el hecho de publicar desde lo más “nimio”  -un hola, por ejemplo-  hasta lo más “maravilloso” de nuestras vidas -como el que fuimos ascendidos en nuestro trabajo-. Hacemos todo esto en ocasiones sin tener en consideración que estamos atentando contra nuestra propia privacidad.

La sociedad transparente es igual al jardín del Edén. Quienes formamos parte de ella convivimos mostrando nuestras susceptibilidades en mayor o menor grado. Algunos nos mantenemos  escondidos entre la maleza, mientras que otros corren desnudos sin saber que millones de ojos les siguen. La transparencia no debe ser catalogada como algo negativo, no obstante, me atrevería a decir que en exceso pudiera ser destructiva, no sólo para las personas sino para organizaciones como lo son las empresas y los Estados -¿Seríamos capaces de imaginar que sucedería si mañana toda la información en manos del Estado clasificada como reservada, fuera puesta a disposición de todos los ciudadanos?-.

La Transparencia no tiene recato frente a la Prudencia. Tener al alcance de un clic la oportunidad de compartir con los demás nuestras victorias o derrotas es una gran tentación de la cual muy pocos pueden librarse. El problema surge cuando conceptualizamos como una victoria el tuitear, compartir publicaciones o subir videos poco favorables para nuestra persona. Tanto #LadyChiles como #LadyCharcos son ejemplos actuales y muy representativos de lo anterior, mujeres que intentaron mostrar sus acciones –una regañando a la encargada de hacer el aseo por “robarse” unos chiles en nogada y la otra pisando el acelerador a fondo para mojar a unas estudiantes- como lo mejor.

Quienes son más susceptibles a las consecuencias negativas de la sociedad de la transparencia son los adolescentes. Ellos se acercan sin saber a una etapa que busca el abandono de la esfera privada. Un mundo desvergonzado y pornográfico, en donde sea algo habitual mostrarse sin tapujos. Un lugar en donde todo debe estar siempre visible. Quien prefiera mantenerse distante de todos estos cambios corre el riesgo de hacerse invisible. Ejemplo de lo anterior son los millones de personas que no tienen acceso a las tecnologías. Ellas son punto y aparte para la sociedad y en ocasiones para el mismo gobierno. Otra cosa sería si, teniendo acceso a las redes sociales, mostrarán sus carencias y se propusieran a posicionar un hashtag, algo así como #EstamosPresentes.

Qué podemos hacer para que la sociedad de la transparencia no nos consuma. Una pregunta que parece no tener respuesta fácil, pues poco a poco comenzamos a etiquetar como “normal” todo lo que sucede en ella. ¿Nos conviene que los demás conozcan nuestras debilidades o fortalezas? ¿Vale la pena perder nuestra privacidad por mantenernos visibles y, por ende, vigentes? Estas son solo algunos cuestionamientos que habrán de ser respondidos por quienes abrigan con especial encanto a las redes sociales para mostrarse “tal y como son”.

Mientras tanto, la lucha por la privacidad debe continuar. Somos nosotros quienes debemos ser los proveedores de una nueva visión, en la cual prevalezca la privacidad. Personalmente, considero que no podemos ejercer plenamente nuestros derechos, especialmente el de la libertad de expresión, si los demás conocen todo de nosotros. Piensen, sólo como ejemplo, ¿qué pasaría si la persona de la cual te vas inconformar sabe todo de ti? Ahora, extrapolémoslo a nivel macro: ¿Qué sucedería si el gobierno sabe todo de tu persona? ¿Te expresarías con la misma libertad?