Elecciones 2015: candidaturas independientes y sus riesgos*

Publicado el 19 de enero de 2015

Solange Márquez Espinoza
Doctorante en Derecho, UNAM
@solange
solange@gmail.com

Los derechos electorales son uno de los pilares de las democracias en el mundo. El derecho de los ciudadanos de un país a votar es, en la mayoría de los casos el que se percibe, tanto por los políticos y funcionarios de gobierno como por los mismos ciudadanos un paso indispensable cuando de transición a la democracia se trata.

El derecho al voto es solamente una parte de esos derechos electorales, el derecho a ser votado es otra parte fundamental. La definición más básica de democracia se refiere al derecho del pueblo a gobernarse a si mismo y en muchos casos esto se traduce en el derecho de cada ciudadano de un pueblo a convertirse en parte de ese gobierno.

La evolución de los sistemas políticos, tradicionalmente, conlleva a la formación de partidos políticos los cuales son, en el sentido teórico más estricto, formados por ciudadanos ávidos de formar parte de un gobierno ciudadano. Los partidos políticos, se supone, deben estar formados por ciudadanos y por ende, se convierten en la manera más natural para institucionalizar la participación de los ciudadanos que quieren ocupar cargos de elección popular y formar gobierno.

Sin embargo, la realidad es que cada vez más los ciudadanos de muchos países, especialmente aquellos con sistemas políticos democráticos aún no consolidados, han perdido la confianza en sus partidos políticos. Cada vez menos los partidos políticos realmente representan intereses ciudadanos y cada vez más representan intereses de grupos específicos.

Cuando en un país la percepción ciudadana es de que la llamada partidocracia se consolida, arrastra consigo, no solo su propia credibilidad sino también la del sistema electoral en su conjunto amenazando o poniendo en entredicho al sistema político entero y entonces comienzan a surgir propuestas como las candidaturas ciudadanas o candidaturas independientes.

En una primera aproximación sonaría a la solución ideal. Si bien ya nadie confía en los partidos políticos que mejor que los propios ciudadanos que lo deseen puedan formar parte de las estructuras gubernamentales sin la necesidad de ser parte de un partido y que los demás ciudadanos puedan votar libremente por él.

A nivel mundial más de 80 países tienen consideradas las candidaturas independientes. Países con democracias consolidadas como Alemania, Portugal, España, Gran Bretaña, Estados Unidos, Canadá, Finlandia, Estados Unidos, Japón, Suiza o bien en procesos de transición como Chile, Albania, Hungria, la República Checa, Rusia, Ucrania, Polonia por mencionar algunos.

Un componente esencial para hacer factible esa posibilidad y que no se quede como letra muerta tiene que ver con la reglamentación de las mismas en dos aspectos muy importantes, por un lado, la facilidad (o la ausencia de ella) para poder presentar tales candidaturas. En algunos de los países mencionados se establece el requisito de obtener firmas ciudadanas comprobables para el registro. Desde un 0.5% del padrón electoral en el caso chileno hasta el 5% en Rumania o bien desde 100 firmas en Finlandia hasta un millón en Rusia. Lo anterior, permite al ciudadano mostrar el grado de apoyo y legitimidad que tiene por lo que al final se establece un candado para que no cualquier persona pueda participar.

En México, la aprobación de la pasada reforma política dificulta en demasía la participación de ciudadanos comunes. Las trabas impuestas por los partidos poliicos para restringir en la mayor medida posible la participación de candidatos externos no se hizo esperar y así, una persona que sin ser miembro de un partido político desee participar como candidato en elecciones federales deberá estar consciente de que deberá de disponer de una buena cantidad de recursos para conseguir las firmas necesarias para participar, no tendrá el mismo trato en medios de comunicación para hacerse propaganda y seguramente, por la falta de infraestructura electoral con la que si cuentan los partidos consolidados, perderá la elección.

Quien desee ser candidato a la Presidencia de la República deberá recabar las firmas de al menos el 1% de los electores en todo el país, es decir, unos 780,000 votantes para lo cual deberá usar sus propios recursos económicos en un plazo de 120 días. El porcentaje exigido es visiblemente más alto con el porcentaje exigido para conformar un partido político que es del 0.26% del padrón electoral (un poco más de 200,000 ciudadanos) que deberán recabarse en el plazo de un año. Quienes busquen ser senadores requieren el 2% de firmas de electores de la entidad que corresponda a su candidatura y para el caso de diputados federales será el 2% del distrito electoral federal.

Por el lado positivo, la experiencia en muchos otros países demuestra, en principio que las candidaturas independientes pueden ayudar a consolidar un sistema, especialmente cuando están enfocadas al Parlamento, pues con el tiempo, pueden forzar a los partidos políticos a adoptar posturas más claras con respecto a diversos temas en los que a veces no quieren pronunciarse o cuando se comienzan a borrar las fronteras ideológicas entre ellos y, en aras de conseguir más votos, prácticamente todos los partidos fuertes prefieren estar cerca del centro.

Por el lado negativo sin duda hay temas que deben considerarse muy profundamente, tal es el caso del financiamiento de las campañas pues si bien es cierto que la apertura permitir la participación de ciudadanos bien intencionados, también es cierto que se convierte en un incentivo muy perverso para que el crimen organizado decida financiar campañas electorales o bien participar de manera directa en los procesos.

Italia, es un ejemplo de la forma en que la delincuencia organizada puede infiltrarse al grado de llevar a la investigación y disolución de gobiernos enteros, poniendo en jaque al sistema político entero. Una de las principales puertas de entrada de la mafia italiana fue, precisamente el uso de las candidaturas independientes empujadas en comunidades lejanas a los centros urbanos, con grados medios y altos de marginación social y con grandes necesidades de infraestructura ¿acaso no nos suenan las condiciones parecidas a muchas zonas de nuestro propio país?

Nada más romántico que lograr que sean los ciudadanos los que gobiernen pero también nada más riesgoso. Las candidaturas independientes son un mecanismo que no puede aprobarse a la ligera sin establecer candados suficientes. Aún cuando mi opinión siempre ha estado a favor de las candidaturas independientes, no considero que la solución a las fallas de nuestro sistema de partidos se ésta, especialmente con la coyuntura actual de nuestro país, debemos ser muy cuidadosos de que, por querer limitar a los partidos políticos, no estemos abriendo la puerta a la delincuencia organizada.

NOTAS:
* Se reproduce con autorización de la autora, publicado en El Universal: blogs.eluniversal.com.mx/weblogs_detalle21266.html, el 5 de enero de 2015