¿Estado de Derecho? 1

Publicado el 20 de febrero de 2015

Pedro Salazar Ugarte
Director del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM
pedsalug@yahoo.com

Existen conceptos llave que parecen abrir cualquier puerta. Formulaciones lingüísticas que sirven para conjurar demonios y sortear entuertos. Para algunos ?si nos atenemos a la prensa de estos días- ?El Estado de Derecho?, así con mayúsculas sonoras, es una de ellas. La idea se repite en los discursos de los políticos, aparece en las tertulias de los medios, se evoca en los recintos académicos. Y no es una muletilla exclusiva de juristas y abogados; economistas, politólogos y hasta sociólogos advierten que lo que México necesita es, pronto y con urgencia, un Estado de Derecho. Suena bien pero el concepto podría ser un cascarón vacío.

Elías Díaz, destacado profesor español, hace muchos años escribió una idea precisa y lapidaria: ?todos los Estados son estados jurídicos pero no todos los Estados son estados de derecho?. El núcleo del argumento apenas requiere precisión. Cualquier Estado, sobre todo en los tiempos modernos, dada su complejidad, requiere de la existencia de normas jurídicas para funcionar. Los Estados ?sin importar su forma de gobierno- requieren de constituciones, leyes, reglamentos, etc. En esas normas se recogen mandatos que articulan las relaciones entre las autoridades, las de éstas con los gobernados y las de éstos entre sí. Además, con frecuencia, consagran los principios que otorgan identidad a cada una de esas entidades políticas que llamamos, precisamente, Estado.

Pero lo que aquí nos interesa es que existen muchas maneras distintas de articular esas relaciones y también principios muy diversos para dotar de identidad a los Estados. Sobre esto último, Luis Salazar, nos ha enseñado que suelen ser la ?libertad?, la ?igualdad? o el ?orden? los principios que distinguen a los diseños estatales y que convocan a los proyectos políticos. Y no es lo mismo un Estado que se organiza teniendo al orden como prioridad que uno que se articula en aras de las libertades u otro que coloca a la igualdad en el centro de la ecuación que orienta sus mandatos y desempeños.

Por eso, cuando escuchamos voces que claman la necesidad de instaurar/lograr/consolidar un Estado de Derecho en nuestro país, tal vez, están diciendo muchas cosas. Para algunos la idea evoca el ideal de un Estado jurídico estructurado en clave autoritaria que busca imponer el orden, conservar el status quo y proteger los privilegios de la clase dominante a toda costa. Para otros puede tratarse de un ideal sustancialmente distinto que aspira a la existencia de reglas mínimas para coordinar la convivencia entre personas libres que solo excepcionalmente tienen que lidiar con una autoridad limitada. Para algunos más el ideal se inspira en una entidad estatal con poderes limitados pero con amplias facultades para distribuir los recursos económicos con la finalidad de promover un orden social libre pero, sobre todo, justo y equitativo. Y la lista de posibilidades es mucho más amplia.

Por lo mismo creo que los llamados para consolidar un ?Estado de Derecho? en el país no dicen mucho. Asumo que, cuando el Presidente Peña, Carlos Slim, el general Cienfuegos, el ministro presidente Silva Meza, Leo Zuckerman o Rolando Cordera ?por mencionar algunos notables personajes que han abrazado la idea en estas semanas-, utilizan el concepto, no se refieren a lo mismo. Algunos asociarán la idea con un modelo de autoridad implacable inspirada en la lógica de la tolerancia cero; otros imaginarán un estado mínimo y eficaz que recurre excepcionalmente a la violencia y; otros querrán un estado ?como se decía antes- liberal, democrático y social de derecho. Elías Díaz, por ejemplo, cuando utilizaba el término, abrazaba esta última concepción.

Si esto es cierto, cuando el concepto mágico aparezca en nuestras conversaciones, sugiero pedir explicaciones: ¿A qué se refiere ?usted- cuándo habla de Estado de Derecho? ¿Piensa en un estado de derechos o uno de derechas? Una interrogante por el estilo podría ser una buena manera para abrir la sobremesa.

NOTAS:
1 Se reproduce con autorización del autor, publicado en El Universal, el 4 de diciembre de 2014.