Favor de no ignorar

Publicado el 26 de marzo de 2015

Cristian Daniel Ávila Jiménez
Estudiante de licenciatura en la Facultad de Derecho, UNAM
cristian.daniel.1995@hotmail.com

Seguramente todos hemos escuchado en alguno de los miles de spots que han inundado la programación de los medios de comunicación, ya sea radio o televisión, del comienzo del proceso de selección de funcionarios de casilla y capacitación de los mismos; sin embargo, siendo sinceros, si alguno de nosotros saliéramos sorteado como funcionario de casilla, ¿acudiríamos gustosos a la capacitación? ¿Estaríamos dispuestos a sacrificar todo ese tiempo para vigilar que el voto se respete?

Últimamente me he topado con muchas personas a las cuales se les requiere como funcionarios de casilla y las respuestas que han brindado, en su mayoría, son negativas, pero ¿a qué se debe esto? ¿No deberíamos de estar dispuestos a participar en el “juego democrático” a pesar de cualquier otra consideración? Aunque son muchas las “excusas” para rechazar la encomienda no deja de ser irónico el hecho de que a pesar de que somos una sociedad que demanda y exige un proceso electoral sin fallas ni escándalos, nos mostramos renuentes a participar en el mismo.

Valdría la pena analizar los rangos de edad de las personas que acceden a ser capacitadas por el Instituto Nacional Electoral (INE) porque podría decirnos mucho de la percepción que en la actualidad se tiene de las elecciones. Usualmente son los más jóvenes, o aquellos que tienen “sus primeros pasos” en los procesos electorales los que acceden a ser funcionarios de casilla, mientras que las personas mayores se muestran renuentes a estar en las casillas los días de las elecciones.

Debemos de estudiar lo anterior de manera objetiva, ya que no todas las personas tendrán las mismas razones para desistirse de ser funcionario de casilla. Por ejemplo, podría ser que a las personas mayores, al tener aún más responsabilidades que un joven de 18 años, les sea más difícil acudir a la capacitación cada fin de semana; sin embargo, también podría ser que las personas que han vivido más elecciones estén decepcionadas de éstas, por decirlo de alguna manera, y de todo lo que conllevan.

Esta especie de decepción no es respecto del hecho de ir a votar a una casilla, sino lo que sigue de esto, es decir, lo que sucede después de votar. A pesar de que las elecciones son el momento culminante del proceso democrático y deberían ser el medio en el que la sociedad refleje su sentir con sus actuales gobernantes y representantes, votando por ellos si están conformes con su actuar o votando por la oposición si representa mejor su ideal político, la generalidad de la sociedad no lo ve como un medio de cambio sino como un acto que está “por demás”, y que al final no sirve de nada.

Si bien no es la mejor forma de pensar, sí es una postura comprensible el creer que la situación actual del país no es la óptima, e incluso podría decirse que a través de los años ha ido empeorando; ésta es una idea generalizada en la mayor parte de la población. Además, la percepción que se tiene de la clase política no es muy buena, ya que es común ver cómo en lugar de preocuparse por el interés y beneficio de la población se preocupan únicamente por sí mismos. Por otra parte, mucha gente ve como absurda la cantidad de dinero que se les da a los partidos políticos, mientras que sesenta millones de personas viven en la pobreza. Si por más que la gente vote, e incluso conceda pluralidad y alternancia, no cambia la situación del país, sin importar qué partido se encuentre en el poder, no será raro que la gente deje de interesarse por las elecciones y por formar parte de éstas.

Lo anterior no representa el único motivo para no “apoyar” al INE en este proceso. Retomando el tema de la situación del país, estamos en un momento muy caótico en donde la inseguridad es un tema muy común, y en muchos lugares del país, por ejemplo, Guerrero, no se puede garantizar la integridad de las personas que funjan como funcionarios de casilla, lo cual podría ser un motivo razonable, mas no invencible, para no participar en las elecciones porque a pesar de dicho estado de inseguridad, bien puede un operativo policial solventar este problema y así lograr una mayor participación ciudadana.

Y es que creo que ser funcionario de casilla no es cualquier cosa, y no se le da la dimensión que se merece, ya que descansa en los hombros de quien acepta el encargo el velar por el voto de sus vecinos, observar que su opinión sea tomada en cuenta y que influya en el rumbo del país.

Hace poco, en una entrega de premios de cine, cierto director dijo: “rezo por que encontremos el gobierno que nos merecemos”, y no encuentro una mejor manera para lograrlo que participar en el proceso democrático, en ese proceso que renueva el gobierno, que nos permite crear ese gobierno que buscamos. Y de esta manera quiero decir que es muy importante votar y ser funcionario de casilla, y observar que ese proceso de construcción de gobierno se lleve a cabo con regularidad.

Me gustaría hacer la siguiente reflexión: estuvimos durante la mayor parte del siglo XX, para muchos, en una especie de “democracia aparente”, el órgano que se encargaba de realizar las elecciones dependía del gobierno, y para sorpresa de nadie, el partido que dirigía las riendas de ese gobierno era el mismo que se consagraba como triunfador de la contienda electoral. Creo que la lucha por la democracia se vio reflejada en ese órgano autónomo encargado de vigilar el proceso electoral, integrado por ciudadanos, el cual serviría como árbitro en las elecciones; por lo tanto, para mí, el abstenerse de participar en este proceso es como renunciar o echar a la basura esa lucha del siglo pasado en busca de una democracia real.

Entonces, ¿hasta qué punto es válido exigir un cambio en el país cuando se es renuente a participar para lograr este cambio?