El espejo del derecho

Publicaado el 23 de junio de 2015

Jorge Alberto González Galván
Investigador en el Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM,
jagg@unam.mx

Recientemente vi un documental intitulado El espejo del arte (“rechazado en todos los festivales de 2014), acerca de cómo funcionan las galerías y museos. Se pone el énfasis en que todos los involucrados no lo hacen por amor al arte, sino por amor al dinero: donde el que tiene más saliva come más pinole “porque no hay reglas”.

El ejercicio de denuncia siempre será sano y necesario, ya que desnuda la mirada para hacernos más críticos (además se agradece cuando se hace con humor). Se dice que todo comenzó con Marcel Duchamp, en realidad todos somos seres transicionales: nos debemos al pasado y nos divertimos en la incertidumbre del futuro, nunca seremos “el primero” ni “el último” de algo.

Es un hecho: aunque nos guste lo que hacemos si recibimos un salario por ello, mejor. Es necesario comer y alimentar, a veces, a los demás. Desde que el arte es arte (cualquiera que sea su inicio) siempre ha sido así. El “mundo del arte” está formado por unos pocos, comercialmente hablando, el resto somos meros espectadores (literalmente), aunque hacer o ver una actividad artística siempre será necesario en la escuela o en la vida (y esto sería tema de otro documental).

Una actividad cualquiera donde esté involucrado un servicio por el que se cobra y paga no escapa al abuso de unos cuantos. Aplíquese el enfoque, por ejemplo, a los circuitos literarios, musicales, teatrales, deportivos y, por supuesto, académicos. Me pregunto si en las actividades de los que nos dedicamos al servicio público del estudio y enseñanza del derecho ¿lo hacemos por amor a la profesión o por amor al dinero? Trabajar en lo que nos gusta es un hecho que nos da derecho a una remuneración. En mi caso, dedicarme a la investigación y docencia es un privilegio y una gran responsabilidad. Pero nadie ni nada es perfecto y puro, sino perfectibles y saneables. Por ello, pienso, un documental o evento donde se pusiera el énfasis en el uso meramente mercantil del estudio y enseñanza de las normas en los medios universitarios es sano, para evitar enriquecimientos ilícitos, clientelismos, nepotismos y autoritarismos.

Problema que no se plantea, no se resuelve, o dicho de otra manera, la vía de solución de un problema es ya plantearlo, ponerlo sobre la mesa. Por ello, resulta una feliz coincidencia que en estos días se haya celebrado en la Universidad Autónoma Metropolitana una discusión sobre las malas prácticas, patologías, acosos, que se dan en la vida académica de las universidades de México: “en las universidades hay abuso de poder, concursos de oposición amañados, campañas de desprestigio, grupos enquistados que sólo ven por sus intereses, mafias que deciden a quiénes se le dan los puestos y silencian a los que piensan diferente. En las casas de estudio superiores ocurren estas prácticas desde siempre, pero es hasta hace muy poco que comienzan a visibilizarse y a ser estudiadas por la propia academia”.* Si bien, se dijo, en el arte no hay reglas, en el derecho sí las hay. El problema del primero es que es su esencia la falta de reglas porque su comercio está sujeto a las leyes (así se dice), del libre mercado, de la oferta y la demanda, basadas no en la calidad o cantidad del producto, sino en la subjetividad del creador, vendedor y comprador; se trata de un fenómeno auto-regulado. El mundo del derecho, en cambio, intenta que las relaciones humanas se funden en normas de consenso, explícitas, y no en los intereses personales o de grupo ni mucho menos en criterios discrecionales. Por eso cuando no respetamos las reglas todo se complica.

Resulta útil, pues, que discutamos todo aquello que no esté funcionando sanamente para evitar ser manipulados intelectual, emocional y físicamente. Verse en el espejo es sano para cultivar lo bueno y corregir lo malo, en lo individual y en lo colectivo. Se trata de estar abiertos a todas las perspectivas humanas y profesionales y a sus posiciones ideológicas implícitas, para aprender de ello y ser mejores cada día en lo personal, laboral y social.

NOTAS:
*.Sánchez Jiménez, Arturo, “La agresión laboral, práctica común en las universidades. En la UAM dedican un congreso para analizar el mobbing”, La Jornada, 10 de junio de 2015, p. 43).