La hora de la reforma penal1
Publicado el 31 de julio de 2015 Miguel Carbonell Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM, carbonel@unam.mx www.miguelcarbonell.com @miguelcarbonell |
Aunque en términos generales la jornada electoral del 7 de junio reflejó un ánimo ciudadano dispuesto a la alternancia, hay una cosa que debería preocuparnos profundamente: si decidimos cambiar al partido en el poder en cualquiera de los niveles de gobierno, ¿lo hacemos con base en propuestas o simplemente como muestra de rechazo hacia quienes estaban gobernando?
Un tema relevante ilustra la pertinencia de la pregunta: estamos a pocos meses de que entre en funcionamiento en todo el territorio nacional la importantísima reforma penal de los juicios orales y ningún partido o candidato (hasta donde pudimos enterarnos) puso el tema entre sus prioridades de gobierno. Es algo extraño, ya que todas las encuestas demuestran que el asunto que más preocupa a los ciudadanos en México es precisamente el de la inseguridad que se vive en buena parte del territorio nacional.
¿Cómo es posible que los candidatos y partidos hayan olvidado proponer algo sobre el tema que es más importante y más preocupa a los ciudadanos? Todo parece indicar que, al menos en este asunto, persiste un grave abismo de separación entre la clase política (que viaja en camionetas blindadas, que tiene guardaespaldas de tiempo completo, que no se tiene que preocupar por los asaltos en el transporte público, que tiene contactos de alto nivel en las procuradurías), y el ciudadano común y corriente.
Sin embargo, el tema penal es de una enorme gravedad. El INEGI señala que el 93% de los delitos que se cometen en México ni siquiera son denunciados, dando inicio de esa manera a la aplastante rueda de la impunidad que tiene sumido al país en una grave situación. En uno de cada tres hogares mexicanos hay al menos una persona que ha sido víctima de la delincuencia en los últimos doce meses (sin distinción de clase social, nivel educativo u otras características: la delincuencia pega parejo). En el 50% de los casos que sí fueron denunciados, el Ministerio Público no hizo nada, aparte de levantar la denuncia.
Al final del camino (le ahorro al lector muchas otras estadísticas que lo acreditan) la impunidad en México es del 99%. Es decir, solamente se castiga de manera efectiva uno de cada cien delitos cometidos. Estamos ante uno de los fracasos más grandes del Estado mexicano, pero todo parece indicar que ni los partidos ni los candidatos se han dado cuenta de la alarmante situación en la que vivimos.
Poner en práctica la reforma penal de los juicios orales requiere de la participación no solamente de gobernadores, policías, procuradores, defensores públicos y peritos. También necesitamos de un mucho más activo compromiso de las universidades. Da pena enterarse de que los recién egresados de la carrera de derecho no tienen en muchos casos las competencias y habilidades que requiere el nuevo sistema penal. Algunos ni siquiera saben hablar bien en público, esbozar una teoría del caso o formular un alegato de apertura. ¿Qué harán en una sala de audiencia cuando les toque llevar un juicio oral? La culpa no es de los estudiantes, sino de un sistema universitario que se sigue resistiendo al cambio y de unos profesores que permanecen anclados en el pasado.
La reforma penal es el principal desafío del Estado de derecho en México. Es responsabilidad de todos que llegue a buen puerto y podamos tener, por fin, una justicia penal digna de ese nombre, en vez de la grotesca caricatura con la que tenemos que lidiar en la actualidad.
NOTAS:
1.Se reproduce con autorización del autor, publicado en La Silla Rota, el 16 de junio de 2015: http://lasillarota.com/la-hora-de-la-reforma-penal#.VYHSsrfbIdU
Formación electrónica: Luis Felipe Herrera M., BJV