La reforma educativa a través de la mirada de un estudiante

Publicado el 27 de agosto de 2015

Yanet Méndez de la Cruz

Estudiante de derecho en la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco
yanetmndz@gmail.com

Estudié en el estado de Oaxaca, en el municipio de Pinotepa Nacional. Fue en 2002 cuando ingresé a la educación básica; recuerdo que todos eran desconocidos, todos vestíamos humildemente nuestros uniformes. La primaria se llama “Ingeniero Norberto Aguirre Palancares”; pasaron unos años y el ingreso de nuevos alumnos aumentó. Como cualquier otra escuela que era relativamente nueva carecía de infraestructura. Así fue como terminando un ciclo escolar e iniciando el siguiente me encontré en mi nuevo salón; no me quejé, era una niña y no veía nada de malo en que nuestro salón estuviera hecho de palos —sí, así es—, y su techo era de lámina. Aproximadamente éramos 25 alumnos y ninguno de nosotros se quejó por estar en un salón con esa carente infraestructura, porque todo era perfecto para nosotros, ya que éramos niños y sólo queríamos terminar las clases e ir a casa a seguir jugando.

Unas semanas antes de terminar el ciclo escolar, ya era una tradición que los profesores se fueran a paro en la capital, Oaxaca. Únicamente nos avisaban que no tendríamos clases en los próximos días, hasta que llegó el día en que tuve que preguntar al profesor por qué razón se suspenderían las clases, a lo que respondió: vamos a paro porque exigiremos al gobierno mejorar la infraestructura de la escuela, ya que los alumnos no pueden estar en esas condiciones. Siempre que preguntaba era la misma respuesta. Éramos pequeños y nuestros padres no nos contaban exactamente qué pasaba, lo único que sabíamos era la versión de los profesores: que el culpable es el gobierno, que el PRI tiene la culpa, que José Murat y luego Ulises Ruiz eran los responsables de la situación en la que nos encontrábamos; los relatos periodísticos eran escasos. Aun con la llegada de Gabino Cué a la gubernatura la situación fue la misma.

Entre tanto, terminamos la educación primaria para posteriormente incorporarnos a la escuela secundaria de nuestro agrado, la de más fama o la más cercana. La secundaria a la que me incorporé se ubicaba cerca de mi casa. Tuve un excelente profesor que impartía la clase de matemáticas; él fue uno de los que comentó sobre la sección 22; en ese entonces ya se había creado la sección 59, a raíz de que algunos profesores eligieron dar clases que seguir en paro y, claro, tuvo que haber algún trato político. Eran muy comunes las historias sobre profesores que pagaban para que alguien más lo representara en los paros realizados en la capital, ya que no querían arriesgar la vida. Temían por lo sucedido en 2006.

A su vez, las plazas de profesores se compraban, se heredaban, se ganaban con participaciones en los paros, cuando aún eran estudiantes. Así era la situación de aquellos profesores, aunque debo aclarar que no todos son apáticos, hay excelentes profesores preocupados por la educación de sus alumnos.

Hoy sé que ellos no peleaban por la infraestructura, sino por su comodidad, la idiosincrasia de que todo debe ser cómodo en nuestras vidas; no encuentro razones para decir que mejorar la infraestructura ayudará a los alumnos en su aprendizaje. Muchos de los que estudiamos en esas condiciones hemos continuado con nuestra formación académica.

Cabe resaltar que Oaxaca es uno de los estados más pobres, por lo tanto, la sociedad no está acostumbrada a la comodidad —en todos los sentidos— ni a la buena alimentación.

Hoy son pocos —me incluyo— los que apoyan la reforma educativa; es evidente, al preguntarnos por qué los profesores no apoyan esta reforma, la respuesta es clara: porque la ley les está exigiendo que vayan a cursos, que se preparen para un examen, si quieren ascender a puestos de dirección o supervisión deben demostrar los conocimientos adecuados; por tanto, dista mucho de ser como antes, cuando tenían que ser fieles seguidores de los paros y las marchas en contra del gobierno, afectando así la economía oaxaqueña. A su vez, están obligados a rendir cuentas acerca del uso del dinero que reciben de los padres de familia por concepto de “cooperación voluntaria”, la cual si no se realiza llega a tener serias consecuencias, como la retención de los documentos de los alumnos, lo cual es una amenaza hacia los propios padres, y es claro que nunca da a conocer en qué se disipó el dinero.

Actualmente, aunque la ley contempla que se deben aclarar esas situaciones, los profesores —repitiendo lo que dicen sus líderes— engañan a los padres de familia diciéndoles que pronto la educación se volverá privada.

En las últimas semanas solamente se han quejado de la evaluación y de que perderán sus trabajos; no les importan sus alumnos, siendo que los días de clases perdidos únicamente perjudican a los estudiantes; sólo tienen un interés por la permanencia de su trabajo.

Hay una gran ignorancia de la ley, y el gobierno debe implementar urgentemente una manera de dar a conocer por completo la reforma educativa; los profesores deberían prepararse y leer las leyes generales y crear sus propios criterios; no dejarse guiar por los líderes sindicales, que no buscan más que su beneficio, porque lo único que se está logrando es afectar directamente a los educandos. Como se dice en algunas regiones de Oaxaca: la sección 22 se volvió una mafia.




Formación electrónica: Luis Felipe Herrera M., BJV