Historias de Mary Jane y su prima abandonada

Publicado el 19 de noviembre de 2015

Ricardo Méndez-Silva
Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM,
rmendezsilva@gmail.com

En mi calidad de Consejero de la Judicatura Federal visité Coatzacoalcos para analizar la ratificación de un juez, allá por 1995. Fue una valiosa oportunidad para ver por una pequeña ventana el acontecer de los marginados del país a través de los casos que se ventilaban en el juzgado. Recuerdo tres de ellos, algo condimentados con una dosis inevitable de imaginación que sustituye al rigor histórico de aquellos sucesos ya que ha transcurrido la friolera de veinte años.

El uso medicinal. Era un matrimonio de cierta edad que había acondicionado la cochera de la casa como un taller de aparatos eléctricos: tocadiscos, televisiones y uno que otro radio. En el patio que daba a la calle, engalanado con flores, destacaba una maceta en donde crecía una planta en forma de estrella, de apariencia inocentona y consentida por la dueña, pues la utilizaba para darse masajes que la aliviaban de los pesares que le causaban unas reumas inclementes. La vida transcurría con placidez ¿Por qué iba a ser de otra manera?

Un día, sin embargo, los gendarmes del barrio sorprendieron in fraganti a un ladrón que puso los pies en polvorosa y se desbocó por donde pudo, seguido por los policías que pese a sus barrigas prominentes lo correteaban sin darle cuartel; desesperado, el rata llegó al establecimiento de la pareja y de un salto brincó la barda, aterrizó en el patio, y con otro de proporciones olímpicas libró el muro de la colindancia. Tras de él los perseguidores cayeron también en el patio pero se refrenaron en seco al descubrir la maceta con la planta de mariguana. Ése sí era un crimen de gravedad extrema y dejaron al delincuente seguir su carrera. Vanas y llorosas fueron las explicaciones de la anciana, los guardianes del orden fueron inconmovibles ante el delito de producción, transporte, trafique, comercio y suministro de mariguana que es sancionado con una pena de entre diez y veinticinco años de prisión, más las multas correspondientes.

Celosos de su oficio, los gendarmes cargaron de pasada con los aparatos eléctricos que se encontraban en el establecimiento, acción que perjudicó a los dueños de los mismos y le impuso a la pareja una deuda considerable sin deberla ni temerla. Esto además de los gastos aparejados a una detención y a los cobros que demandan los coyotes para tramitar la libertad. La señora quedó de inmediato tras las rejas, sin posibilidad de libertad condicional y consignada ante el Ministerio Público. Desconozco si la señora tuvo un defensor de oficio y si contó con una defensa adecuada.

La madre abnegada. Su adoración era el hijo que ya rebasaba la adolescencia y entraba a la primera juventud; un tanto descarriado según lo hacía notar su aspecto y los destellos de un carácter indolente. Madre soltera y sin apoyo se empeñaba en toda clase de tareas domésticas a fin de proveer a la supervivencia de los dos. En una población cercana vivían unos parientes suyos a quienes gustaba de ir a visitar de vez en cuando. Llegó la fecha del siguiente viaje que esperaba ilusionada, circunstancia que aprovechó el hijo de sus amores para pedirle que le llevara una maleta a un amigo suyo que estaría aguardando en la terminal de los autobuses. La señora le dio la bendición y presa de la emoción asomaron las lágrimas a sus ojos como si se despidiera de él para siempre, cosa que a fin de cuentas resultó cierta. El refrán dice que quien se va se divierte con lo verde del camino, válido para la señora que se embebía contemplando por la ventanilla la sucesión de árboles e inagotables plantas tropicales; pero como la policía siempre vigila, en un retén le marcó el alto al camión y revisó, con pulcritud detectivesca, bolsas y belices de los pasajeros, con la sorpresa de que a la persona menos sospechosa le encontraron una maleta retacada de mariguana. Sin poder explicar nada por el aturdimiento y el susto que le provocó la comprometida situación, resultó ser reo de tráfico de drogas. Entre diez y veinticinco años de prisión pendían sobre su destino. El hijo desapareció sin dejar huella.

Eso de la presunción de inocencia es una fatua elegancia procesal, más tratándose de estos delitos terribles, proclamados por los diseñadores de las políticas anti drogas, a quienes sólo parece importarles el número de las detenciones para engrosar las estadísticas.

La prima abandonada. De hecho, esta prima es una droga de mayor efecto dañino al de la mariguana. Hubo optimistas o irresponsables que en el pasado pensaron que podía tolerarse el tráfico de drogas por estar destinado al vecino norteño y se visualizaba como una forma de minar al imperialismo. ¡Oh ingenuidad! Lo cierto es que los eslabones de la cadena criminal, siembra, procesamiento, transporte, comercialización y consumo, terminan por fusionarse de modo siniestro.

En los años noventa, en lugar de pagar el tráfico con dinero contante y sonante se empezó a pagar con droga, lo que incentivó la venta y el consumo en los lugares de paso. Una modalidad durante las persecuciones aéreas fue la de las avionetas descubiertas en vuelo que se deshacían de la carga lanzando los costales de la cocaína. Sucedió que en una región apartada, unos pobladores encontraron un costal despanzurrado e ignorantes se hicieron de la sustancia blanquecina. Si alguien ha “puebleado” un fin de semana puede dar fe de que en cualquier pueblo se juega futbol los domingos; los deportistas campiranos se engalanan con uniformes decorosos y dejan el alma en la cancha, claro está que parte del ritual es la barbacoa y las cervezas después del partido. En la oportunidad que nos convoca utilizaron el polvo blanco como cal para delinear la cancha, la que sin duda hizo de ésta una de las más caras en la historia del balompié. No es difícil imaginar a los porteros caer de cara en el manchón del penalti y levantarse energizados haciendo maromas vistosas para contener los trallazos de los delanteros. Ah, pero les cayó la policía, macanazos, malos tratos y abusos de por medio; se los llevaron a la cárcel, los soltaron tiempo después pero el pueblo como represalia emboscó a los policías y se hizo justicia por propia mano con el saldo de algunos agentes muertos.

Moralejas. La discusión sobre la mariguana se centra en los usuarios y en el desarrollo libre de su personalidad; se dan cifras de los que purgan una sentencia por delitos relacionados con la yerba, pero se olvida a las víctimas del trafique de las drogas, incontables inocentes en un país tan extenso, con niveles de profesionalización de las policías tan atrasados y disparejos.

La pobreza reinante en el país, cincuenta y tres millones y medio de personas, coloca a los habitantes en una vulnerabilidad espantosa ante las fuerzas del orden, cuya única capacitación suele ser el ejercicio del sadismo. La dura ley ignora a personas que no representan una peligrosidad social y a quienes se les aplica la pena mínima de diez años, en el mejor de los casos, arruinándoseles la existencia, al igual que a los familiares, y pulveriza inclusive su patrimonio. De ellos se habla poco y son muchos. Por otro lado, ya lo sabemos, el México bronco ya despertó hace rato y asume varias formas, las autodefensas, los linchamientos, la agresión a los policías y la venganza social.




Formación electrónica: Luis Felipe Herrera M., BJV