Los motivos del ultraje1

Publicado el 9 de febrero de 2016

Luis de la Barreda Solórzano
Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas y coordinador del
Programa Universitario de Derechos Humanos, UNAM,
lbarreda@unam.mx

Sumamente empático con los perpetradores se manifestó el imán de la mezquita salafista de Colonia ante la agresión sexual tumultuaria —violaciones incluidas— que sufrieron más de 100 mujeres que celebraban en esa ciudad la Nochevieja.

El imán dijo que la culpa de ser agredidas fue de las propias mujeres, pues caminaban en la calle sin compañía de un familiar masculino e iban medio desnudas —¡en la noche invernal alemana!— y perfumadas. Entonces, en su opinión, no es de extrañar lo sucedido: con su comportamiento echaron leña al fuego de la masculinidad. Es la mentalidad de un violador: la violada provocó la violación, ella se lo buscó.

Esas palabras muestran con toda claridad la visión que se tiene de las mujeres, y de su relación con los hombres, en esos círculos. Las únicas mujeres que merecen respeto son las que se esconden de las miradas, salen acompañadas de un hombre, y renuncian a tener un aroma agradable y a las demás vanidades. Las mujeres no son respetables si avivan el fuego de la lascivia masculina con ropas y esencias provocativas. Ellas son las culpables de las reacciones que despiertan.

“Queríamos llegar más allá del Museo Ludwig —cuenta una de las víctimas— para unirnos a todo el mundo y ver los fuegos artificiales junto al río. Pero de pronto nos vimos rodeadas por un grupo de entre 20 y 30 hombres. Nos agarraron de los brazos, trataron de quitarnos la ropa para llegar entre nuestras piernas y tomaron todo lo que traíamos en los bolsillos”. “Oímos a una mujer gritar y llorar en algún punto entre la multitud —narra una testigo— mientras trataba de escapar de un hombre. Éste también gritaba, la señalaba y la perseguía junto con otros. Luego vimos a dos hombres arrinconar mujeres en las afueras de la Catedral y tocarlas mientras ellas pedían auxilio y luchaban contra los agresores”.

El reporte policiaco señala que alrededor de un millar de hombres se reunió en la explanada frente a la estación de la ciudad, los cuales después se separaron en grupos de entre 20 y 30 para llevar a cabo los ataques. Los atacantes tenían entre 18 y 35 años, y por su apariencia eran del norte de África o de países árabes.

Dejemos de lado la inquietante actitud de quien paga la hospitalidad solidaria dañando a su anfitrión, que hace recordar la perturbadora cinta Viridiana, de Luis Buñuel, con una bellísima Silvia Pinal en el mejor momento de su carrera. Viridiana, una novicia que sale temporalmente del convento a conocer el mundo, no sólo ejerce la caridad con los menesterosos del pueblo sino que les organiza una gran cena en casa de su tío donde se aloja, en ausencia de éste, y ellos terminan causando destrozos y abusando sexualmente de su benefactora.

Los musulmanes, y cualquier otro grupo, pueden practicar con libertad sus costumbres, tradiciones y creencias religiosas en los países europeos que los han acogido siempre que no transgredan la ley. “Lo contrario sería —advierte Fernando Savater— hacer retroceder el fundamento laico y universal de nuestra convivencia (que otorga derechos y exige deberes sin hacerlos depender de genealogías, etnias, territorios, géneros, ideologías, etcétera…) a determinismos identitarios particulares que imponen no el derecho a la diversidad sino la diversidad de derechos”.

La revolución más profunda del último siglo es la de las mujeres, que en los países occidentales han conquistado el derecho de ser consideradas iguales ante la ley que los hombres y de ejercer todas las libertades, incluyendo, por supuesto, las de salir solas a la calle, lucir su belleza y no ser tocadas por nadie sin su consentimiento.

Quien crea que deben prohibirse esas libertades a una mujer, la está considerando un ser sin autonomía, sujeta a las normas irracionales impuestas por los varones que se consideran sus dueños. Y quien sostenga que la agresión sexual de un hombre a una mujer es provocada por el comportamiento de ella está validando la coartada de considerar al varón un perro pavloviano incapaz de ejercer dominio sobre su propia conducta. Esas creencias tienen en muy pobre concepto a las mujeres y a los hombres, les niegan a unas y otros albedrío y dignidad, y asumen el punto de vista del violador.

NOTAS:
1. Se reproduce con autorización del autor, publicado en Excélsior, el 4 de febrero de 2016.



Formación electrónica: Luis Felipe Herrera M., BJV